Por Dra. Maritza Vivanco, endocrinóloga y diabetóloga infantil, Agrupación de Médicos Clínica INDISA (AMCI)
Como cada 14 de noviembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) conmemora el Día Mundial de la Diabetes, una condición que afecta también a niños y que se ha convertido en un tema que cobra cada vez mayor importancia en el ámbito de la salud pública. Existen muchos tipos de diabetes, pero las que tienen mayor importancia son la diabetes mellitus I y la diabetes mellitus ll.
La primera es mediada inmunológicamente, pero dentro de su etiología existen muchos factores desconocidos. Produce una destrucción completa del páncreas y ha ido aumentando en Chile a medida que el desarrollo avanza. Hoy la diagnosticamos en niños cada vez más pequeños incluso en lactantes.
Su tratamiento es la insulina, la que puede ser administrada de diversas maneras. Existen grandes avances desde el punto de vista tecnológico, que facilitan el tratamiento de la enfermedad. La bomba de insulina es un aparato de infusión de insulina con diversas propiedades, las más modernas trabajan con relativa independencia tratando de simular el funcionamiento natural del páncreas. La bomba se conecta con otro dispositivo el cual mide la glicemia del paciente en tiempo real. Así, el dispositivo le informa la glicemia del paciente a la bomba y ella decide cuánta insulina aporta.
Por otro lado, los dispositivos de medición continua de glucosa, permiten un seguimiento mucho más preciso de la patología, favoreciendo un control más estricto y un mejor monitoreo metabólico.
La diabetes está cubierta por la canasta de prestaciones GES, garantizando la entrega de insumos medicamentosos y prestaciones profesionales. En los últimos años la bomba de insulina está cubierta por la Ley Ricarte Soto, lo que permite el acceso de bombas de insulina a pacientes que tengan algunas características específicas de la enfermedad. Claramente en este aspecto queda mucho por avanzar. Las nuevas bombas permiten tener un mejor control metabólico y estamos lejos de cubrir a la población que nos gustaría. Sabemos, por estudios epidemiológicos, que un control adecuado en la adolescencia garantiza menor frecuencia de complicaciones, no obstante el alto costo de este insumo hace prohibitiva la oferta a un mayor número de pacientes.
Por su parte, la diabetes mellitus II es una patología en cuya etiopatogenia encontramos tanto la genética como los hábitos de vida. Son éstos los que muchas veces condicionarán la aparición de la enfermedad, la cual hemos visto en aumento en la población infantil secundaria al incremento de la obesidad y los malos hábitos de vida. La aparición de la enfermedad está condicionada por la resistencia insulínica, la que expondrá al páncreas a un stress tal que la célula beta no podrá responder y desencadenará la diabetes. Sabemos que la diabetes II del niño es más agresiva que la del adulto, avanza más rápidamente y se presenta con mayores complicaciones crónicas. Su tratamiento principal es el cambio de hábitos de vida que incluyen modificaciones en la alimentación y en los hábitos de actividad física. En tanto existen medicamentos como la metformina que está autorizada para el tratamiento en niños. Otros medicamentos nuevos tales como los análogos de GLP1 son una nueva alternativa terapéutica. Sin embargo si no se hacen cambios en el estilo de vida, nos enfrentamos a una triste realidad.
La diabetes infantil constituye un problema de salud pública relevante, ya que la prevención de la obesidad no parece ser una prioridad. Vemos cómo en los colegios los niños siguen llevando colaciones poco saludables y muchos padres ven la colación como una entretención más que como la necesidad de aportar nutrientes en la alimentación de sus hijos. A su vez, el incremento del costo de frutas y verduras favorece el consumo de alimentos ricos en calorías y grasas, muy apetitosos pero muy nocivos para la salud. Este es un cambio de paradigma en el que la sociedad entera debería invertir tiempo y recursos para evitar que tengamos niños cada vez más enfermos.
Equipo Prensa
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