– La retracción ósea de la estructura ubicada en la parte superior de la mandíbula limita las opciones de rehabilitación de los pacientes. Sin embargo, soluciones avanzadas permiten revertir casos extremos, que son consecuencia de años de postergaciones y deterioro, explican desde la Clínica Mora Pavic Odontología.
Muchos pacientes son calificados como “no elegibles” para un implante dental tras la pérdida casi total del hueso maxilar, una condición denominada como “atrofia severa”. Tras la caída de un diente, esta estructura (ubicada en la parte superior de la mandíbula) sufre una retracción ósea, disminuyendo la superficie donde va instalada la nueva pieza y, en definitiva, limitando las opciones de rehabilitación.
El Dr. Marco Mora, periodoncista de la Clínica Mora Pavic Odontología, explica que estos pacientes son “desahuciados” debido a que buscan atención cuando han alcanzado un nivel extremo de daño. Esto como consecuencia de largos años de postergaciones y deterioro dental, un proceso que no culmina exclusivamente con la pérdida de una pieza.
“El hueso maxilar es diente-dependiente. Cuando se extrae una raíz dental, el hueso comienza a reabsorberse. Es lo que la gente llama ‘se me chuparon las encías’, pero en realidad es una retracción ósea. Perder un diente puede traer múltiples consecuencias: desplazamientos dentales, pérdida ósea, infecciones crónicas e incluso trastornos digestivos”.
Nuevas tecnologías
Sin embargo, las nuevas tecnologías están contribuyendo a revertir este escenario. Una de ellas es la de “implantes cigomáticos”, que consiste en la fijación del diente directamente al hueso del pómulo (llamado cigomático, de ahí su nombre), permitiendo entregar una solución a personas que se encuentran en situaciones extremas.
Entre los nuevos procedimientos llamados “graftless” (sin injertos) también se cuentan los transnasales o pterigoideos, que se anclan en zonas donde sí hay soporte óseo.
Mora Pavic Odontología ha sido pionera en Chile en incorporar estas técnicas gracias a la formación internacional de sus profesionales y una infraestructura de primer nivel. En casos que sí requieren regeneración ósea, se utilizan injertos mezclados con plasma rico en fibrina (PRF) del propio paciente, mejorando la integración biológica y la recuperación.
El periodoncista y fundador de este centro explica que otra de las novedades es el uso de implantes modernos, con superficies que favorecen la osteointegración (anclaje al hueso) y diseños que eliminan microespacios donde podrían alojarse bacterias. Estas estructuras tampoco requieren cementos o tornillos, mejorando la higiene y reduciendo el riesgo de complicaciones.
Elegibilidad clínica y emocional
No todos los pacientes están en condiciones de someterse de inmediato a un tratamiento de implantes dentales. Existen condiciones clínicas que requieren estabilización previa, como la diabetes o el cáncer en tratamiento. Además, la dimensión emocional es clave, ya que enfrentar una cirugía electiva (un procedimiento quirúrgico planificado con anticipación, que no se realiza por una urgencia médica inmediata) implica un estado mental adecuado.
El Dr. Marco Mora afirma que “el único impedimento real para hacer implantes no es la falta de hueso, es que el paciente no tenga las condiciones clínicas adecuadas. También se requiere una disposición emocional, porque es una cirugía electiva, que en este caso no es necesariamente estética, sino funcional”.
No basta con el implante
Una vez fijado el implante, el éxito a largo plazo depende en gran medida del paciente. La limpieza adecuada, el control del bruxismo, la hidratación oral y las visitas regulares al especialista son claves para prevenir la periimplantitis (inflamación del tejido alrededor del implante). Son cuidados sencillos, pero muchas veces subestimados, que marcan la diferencia entre un implante que dura toda la vida y uno que falla en pocos años.
«El implante es una segunda oportunidad, y depende del paciente que dure toda la vida. No basta con colocar el implante; es fundamental que el paciente mantenga una higiene rigurosa y controles regulares para evitar enfermedades periimplantarias. Un implante puede durar 30 años o más, pero solo si el paciente se cuida, es decir, cumplir las condiciones adecuadas y realizar un seguimiento periódico”.