Fármacos comunes y sin supervisión médica pueden alterar la función tiroidea sin que lo sepas. Acá te advertimos sobre los riesgos y entregamos recomendaciones para cuidar esta glándula vital.
¿Sabías que hay casos en que la fatiga, el nerviosismo o cambios repentinos de peso pueden ocurrir por algo más profundo que el estrés, una mala jornada laboral o el clima? Cada vez hay más evidencia científica respecto del impacto que algunos medicamentos comunes tienen en esa pequeña glándula ubicada en el cuello llamada tiroides.
En Chile, 1 de cada 4 personas tiene alguna alteración tiroidea funcional, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud. Si a esto le sumamos que la automedicación sin supervisión médica se ha vuelto un problema país, nos enfrentamos a un panorama complejo a la hora de prevenir problemas a la tiroides.
En este escenario, Paula Molina, químico farmacéutico de Farmacias Ahumada, recalca que es vital que las personas conozcan qué medicamentos pueden afectar el funcionamiento de esta glándula, consultar oportunamente a su médico tratante y así evitar la generación posterior de complicaciones.
“Es importante que las personas sepan que no se trata de dejar medicamentos necesarios, pero la clave está en una comunicación fluida con su equipo médico para anticiparse y manejar cualquier alteración tiroidea que pueda surgir por el consumo de algún otro fármaco”, subraya la especialista.
¿Qué medicamentos afectan la tiroides y cómo lo hacen?
Entre los más conocidos se encuentran el litio, utilizado para trastornos del ánimo, que puede interferir con la síntesis de hormonas tiroideas, provocando hipotiroidismo. También está la amiodarona, un antiarrítmico de alta carga de yodo, asociado tanto a hipotiroidismo como a hipertiroidismo. También tratamientos comúnmente usados para tratar el cáncer, como el Interferón alfa, podrían dañar las células tiroideas; y algunos antidepresivos tricíclicos, ciertos antiepilépticos, que alteran el metabolismo de las hormonas tiroideas, e incluso algunos analgésicos o antigripales.
La profesional también recalca las señales que nos puede entregar el organismo en caso de algún tipo de disfunción en esta glándula. Enfatiza que en el caso del hipotiroidismo “se siente un cansancio persistente, aumento de peso, piel seca, estreñimiento, sensibilidad al frío, caída del cabello. Por el contrario, el hipertiroidismo se puede reflejar con palpitaciones, ansiedad, sudoración excesiva, insomnio y pérdida de peso inexplicable”.
«La clave está en observar el cuerpo y no subestimar cambios que persisten por semanas. Ante cualquier duda, es fundamental consultar a un médico y también al químico farmacéutico, que puede orientar sobre el posible rol de algún medicamento en estos síntomas», enfatiza Molina.
El Ministerio de Salud estima que más de 1,7 millones de personas presentan algún tipo de alteración a la glándula tiroides, con una mayor prevalencia en mujeres entre 30 y 60 años. No obstante, hasta un 60% de los casos podrían estar sin diagnosticar, según proyecciones de la Sociedad Chilena de Endocrinología, debido a que los síntomas son inespecíficos o se atribuyen al estrés o al envejecimiento natural.
Por lo mismo, la experta entrega recomendaciones claves, como consultar con el médico o químico farmacéutico antes de iniciar un medicamento nuevo -incluso si es de venta libre-, evitar el uso prolongado e indiscriminado de antiinflamatorios o suplementos que contengan yodo sin indicación, junto con realizarse controles anuales –sobre todo si se están usando medicamentos con potencial efecto sobre la tiroides- y no suspender tratamientos por cuenta propia, ya que esto puede agravar la condición.
“Cuando un tratamiento esencial pudiera afectar la tiroides, debes comunicarte con tu endocrinólogo y el médico especialista que pueda estar viendo el nuevo tratamiento. Ambos deben saber de tu condición de base y evaluarán la situación de forma integral”, agrega la farmacéutica.
En estos casos, los especialistas deberán monitorear posibles efectos secundarios y, en base a esto, evaluar ajustes en las dosis o en los fármacos recetados en un comienzo. Por ejemplo, si un paciente se está tratando un cáncer, es prioritario continuar con ese tratamiento y manejar los posibles efectos en la tiroides de forma paralela. “No se trata de suspender tratamientos vitales, sino de encontrar un equilibrio que permita cuidar tanto la enfermedad de base como la función tiroidea”, finaliza Molina.
Con un manejo adecuado, es posible tratar enfermedades complejas como el cáncer o los trastornos del ánimo, sin descuidar la salud tiroidea. “La colaboración entre paciente, médico y farmacéutico es la mejor herramienta para lograr tratamientos seguros y efectivos”, concluye.