- Cerca de 40 mil personas en Chile viven con úlceras venosas, heridas crónicas que pueden tardar meses en sanar y que afectan profundamente la movilidad y calidad de vida de quienes las padecen.
Reconocer los síntomas y aplicar un tratamiento adecuado marca la diferencia entre una recuperación efectiva y complicaciones mayores.
05 de junio de 2025.- Una herida que no cicatriza, dolor al caminar o una sensación constante de pesadez en las piernas. Aunque pueden parecer molestias comunes, estos síntomas podrían estar alertando sobre una afección más seria: las úlceras venosas (UV), un tipo de lesión crónica que afecta a 40 mil personas en Chile según un estudio de la Fundación Instituto Nacional de Heridas de 2017 y que, de no tratarse a tiempo, puede comprometer seriamente la calidad de vida de los pacientes.
“Se considera crónica no sólo por su duración -que supera las dos semanas-, sino también por su difícil cicatrización, a causa de factores como infecciones, diabetes o alteraciones vasculares” y si bien, las UV pueden confundirse con lesiones arteriales o mixtas, “es clave detectar los signos de alerta y contar con un diagnóstico profesional temprano”, advierte Anyfer Espinoza, enfermera y Clinical Specialist de Solventum. Los síntomas más comunes son:
Hinchazón persistente y sensación de pesadez en las piernas que al caminar o al elevar la extremidad se calma.
Pulsos perceptibles en el pie y tobillo.
Cambios de coloración en la piel, típicamente oscura o rojiza.
Bordes irregulares con exudado moderado o abundante.
De los vendajes a la cirugía: así se tratan hoy las úlceras venosas
Respecto al manejo de esta enfermedad, la profesional señala que un diagnóstico oportuno, el abordaje integral y adecuado de los tratamientos son claves para “disminuir el riesgo de complicaciones como infecciones y limitaciones funcionales” y menciona las siguientes alternativas:
Compresión: Vendaje multicapas, como la 3M Coban 2 sistema compresivo de estiramiento corto de Solventum, permiten aplicar a través de la compresión una presión sostenida que mejora el retorno venoso y reduce el edema, sin limitar la movilidad, puesto que “tiene un diseño que permite usar calzado habitual y mantenerse por hasta siete días sin perder efectividad”, afirma Anyfer.
Cuidado local: Consiste principalmente en la limpieza con solución fisiológica, el uso de apósitos con tecnología avanzada (espumas, alginatos, superabsorbentes, antimicrobianos), el desbridamiento del tejido desvitalizado para favorecer la cicatrización y la protección cutánea libre de alcohol, sin olvidar la hidratación de la pierna con cremas con, por ejemplo, dimeticona.
Farmacoterapia: Se utilizan medicamentos que mejoran la circulación y que deben ser indicados por un médico, como pentoxifilina, flebotónicos o aspirina, y antibióticos sólo si hay infección.
Control del dolor: Se maneja en función de su intensidad y persistencia, el caminar o elevar las piernas ayudan a disminuir la sensación de molestia y pesadez, si el dolor es elevado, debe consultar a un médico para que evalúe e indique el tratamiento adecuado.
Terapias avanzadas y complementarias: Incluyen injertos de piel bioingeniería, proteínas que estimulan la regeneración celular, terapia de presión negativa, entre otras.
Cirugía: Existen opciones como la escleroterapia, la ablación con láser o radiofrecuencia, y la flebectomía ambulatoria ayudan a eliminar las venas dañadas. Estos procedimientos deben ser realizados por un cirujano vascular periférico certificado.
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