Cada vez resulta más difícil negar lo evidente. El tornado que azotó Puerto Varas, los recientes incendios en la Región de Valparaíso, las inundaciones en la zona centro-sur, las olas de calor extremo en el norte y los desbordes de ríos son manifestaciones concretas de un cambio climático que ya está afectando la vida cotidiana en Chile. Pero más allá de las pérdidas materiales, estas crisis son también crisis de salud.

Como ha señalado la OMS, el calentamiento global está reconfigurando los patrones de enfermedades en todo el mundo.  Enfermedades infecciosas que creíamos controladas reaparecen impulsadas por la expansión de vectores en zonas antes no afectadas. Otras, como las infecciones respiratorias, se agravan con la contaminación y las olas de calor. Los eventos extremos provocan también traumas, impactos en la salud mental y sobrecarga de los sistemas sanitarios.

En Chile, el cambio climático ya está afectando la seguridad hídrica, la producción de alimentos, la habitabilidad de los territorios, la biodiversidad y la salud. Y como siempre, son los más vulnerables quienes sufren más: niñas, niños, personas mayores, migrantes y comunidades más desfavorecidas. La desigualdad territorial y social se profundiza cuando los servicios básicos colapsan, cuando la contaminación aumenta, y cuando los cuidados —que recaen principalmente en mujeres— se precarizan aún más.

Frente a esta realidad, es urgente cambiar el enfoque: la salud no puede seguir pensándose sólo desde los espacios clínicos. La salud es un proceso relacional y colectivo, profundamente interdependiente con el ambiente. No hay bienestar posible si el planeta enferma.

Mientras seguimos discutiendo si actuar o no, la ventana de oportunidad para evitar daños irreversibles se estrecha. Si los gobiernos no comprenden que la salud humana depende del equilibrio ambiental y social, perderemos todo. Llegará un punto en que no habrá vuelta atrás. 

Por eso necesitamos un cambio profundo. Un modelo que priorice la sostenibilidad planetaria, la justicia territorial y la equidad en salud. Un modelo que integre la ética del cuidado, no solo hacia las personas, sino hacia los ecosistemas que sostienen la vida. Sin ambiente sano, no hay salud posible. Recordarlo hoy es un acto de responsabilidad y de esperanza. Porque cuidar el planeta es cuidar la vida. Y aún estamos a tiempo de hacerlo.

 

Carla Calderón, coordinadora de VcM Facultad de Salud UST; Cristina Girardi, exdiputada; Soledad Barría, Exministra de Salud; Patricia Matus, Steffen Härtel, Matilde Maddaleno y Loreto Espinoza

 

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