Morín Chaparro González
Académica de Obstetricia
Universidad Andrés Bello
Cuando hablamos de educación no sexista, no podemos quedarnos solo en la idea general. En Chile, este concepto se vincula con la Ley 20.675, promulgada el año 2024, que busca prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. Pero más allá del marco legal, el verdadero desafío está en cómo transformamos los entornos educativos en espacios seguros y libres de discriminación, donde cada estudiante, independiente de su género, pueda desarrollar su potencial plenamente.
La educación no sexista busca precisamente eso: eliminar los prejuicios y estereotipos que aún persisten. Por ejemplo, en 2024, el 53% de quienes ingresaron a primer año de la educación superior fueron mujeres. A simple vista, esto refleja avances. Sin embargo, sigue existiendo una baja participación femenina en carreras STEM, donde predominan las masculinidades. Aún se necesita seguir trabajando para abrir esos espacios y hacerlos verdaderamente inclusivos.
Ahora bien, si hablamos de igualdad de derechos y oportunidades, también debemos observar que existen profesiones donde la participación femenina es ampliamente mayoritaria. Y ahí es donde esta educación no sexista también busca equilibrar la balanza, promoviendo que todas las personas, sin importar su género, puedan acceder y desarrollarse en cualquier ámbito profesional.
Lamentablemente, he notado que muchas veces se confunde el concepto de educación no sexista con educación sexual, y aunque ambos temas se relacionan, no son lo mismo. La educación sexual es un proceso formativo integral que abarca aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad. Su objetivo es proporcionar información precisa y habilidades para tomar decisiones responsables sobre relaciones, salud sexual y reproductiva.
El problema es que esta educación sexual muchas veces no se realiza. Y cuando se hace, quienes la imparten no siempre están capacitados. Desde mi formación y experiencia, estoy convencida de que la o el profesional indicado para esta tarea es la matrona o el matrón. Nuestra formación nos entrega herramientas para educar sobre sexualidad de manera amplia, seria y respetuosa.
Entonces, ¿cuáles son los desafíos? El principal es permitir que estos profesionales estén presentes donde más se les necesita, no solo en los colegios, sino también en universidades, familias, lugares de trabajo y espacios comunitarios. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad con una sexualidad más sana e informada, y con ello contribuir a prevenir problemáticas como las infecciones de transmisión sexual, el abuso infantil y las violencias sexuales.
La educación no sexista es, finalmente, una apuesta por la dignidad, la equidad y el bienestar de todas las personas. Como matrona, estoy convencida de que tenemos mucho que aportar en este camino.