Con la llegada de la temporada de polen, el uso de antialérgicos se dispara. Especialistas recuerdan que no todos los medicamentos sirven para todos los pacientes y que la clave está en informarse, derribar mitos y consultar siempre con un profesional de salud.

Cada primavera síntomas de alergia como rinorrea, estornudos, congestión u obstrucción nasal, picazón de ojos o de oídos, de nariz y paladar, lagrimeo o tos seca hacen que miles de personas recurran a los antihistamínicos como primera línea de defensa. Pero ¿sabemos realmente cómo funcionan? ¿Cuándo hay que comenzar a tomarlos para que existan buenos resultados? ¿Existen riesgos en su uso prolongado?

Las alergias ocurren cuando el sistema inmune reacciona de forma exagerada a una sustancia normalmente inofensiva como el polvo, el pasto o el polen, y los antihistamínicos son los fármacos más empleados en estos casos. Actúan inhibiendo los efectos de la histamina a distintos niveles y se emplean en el tratamiento sintomático de enfermedades alérgicas como la rinitis, urticarias, y otras reacciones alérgicas agudas. “Los antihistamínicos son seguros y eficaces cuando se usan bien, pero no son una receta universal”, explica la doctora Magdalena Galarce, médico de familia de Farmacias Ahumada.

Verdades más, mitos menos

Según especialistas, las alergias están aumentando a un ritmo acelerado, al punto que se estima que para 2030, la mitad de la población chilena podría presentar alguna. Por esta razón, resulta fundamental desmitificar las creencias asociadas a estos medicamentos, de modo que los pacientes que los empleen cuenten con información adecuada y los tratamientos alcancen su máxima efectividad y eficacia.

En primer lugar, hay que señalar que los antihistamínicos de primera generación (como la clásica difenhidramina o clorfenamina) suelen producir somnolencia, pero los de segunda como la loratadina, desloratadina o cetirizina son mínimamente sedantes. Por ejemplo, la cetirizina produce sedación en aproximadamente el 10 % de los pacientes, la loratadina no produce sedación en la mayoría de los adultos a la dosis habitual (de 10 mg una vez al día) aunque podría producirla en dosis más altas y la fexofenadina no la produce en la dosis recomendada.  

Asimismo, hay quienes piensan que su uso prolongado puede ser peligroso o que se perderá el efecto producto de un eventual acostumbramiento del organismo. Al respecto, Galarce señala que “No hay evidencia de que se desarrolle tolerancia farmacológica a los antihistamínicos, por lo que siguen siendo eficaces incluso tras meses de uso continuo”.

Otras ideas destacan que todos son iguales y no pueden utilizarse en niños o mujeres embarazadas. “Esto es falso, ya que algunos antihistamínicos sí son considerados para el tratamiento durante el embarazo, la lactancia o en niños, siempre bajo supervisión médica”, añade la profesional. También, sobre el tiempo de acción, la profesional indica que el inicio de los agentes orales de segunda generación se produce en una hora, en la mayoría de los casos, y su acción máxima en sangre en dos o tres horas. 

Un estudio reciente de la Universidad Católica de Chile destacó que la automedicación es uno de los principales problemas en primavera: hasta un 40% de los pacientes con síntomas alérgicos compra medicamentos sin orientación profesional, y uno de cada tres pacientes reconoce haber aumentado la dosis sin consultar al médico, lo que puede generar efectos. “Por esto, la elección depende de los antecedentes y, principalmente, del cuadro clínico que debe ser evaluado por el médico tratante”, enfatiza Galarce.

La magnitud del problema es clara en nuestro país. Según cifras del Ministerio de Salud, las consultas por rinitis alérgica en la atención primaria aumentaron en un 25% durante septiembre y octubre de 2023, coincidiendo con los meses de mayor floración. Por esto, la doctora recalca que no se trata de demonizar el uso de antihistamínicos, sino de usarlos de forma inteligente. “Siempre se debe consultar a un médico antes de elegir el medicamento. Está demostrado, además, que los inhaladores nasales de glucocorticoides son el tratamiento farmacológico más eficaz para la rinitis alérgica y las guías clínicas los recomiendan como el mejor para pacientes con síntomas persistentes o moderados a graves. Los antihistamínicos orales suelen reducir el picor, los estornudos y la rinorrea, pero son menos eficaces para la congestión nasal en comparación con estos inhaladores”.

También son importantes las medidas generales no farmacológicas como evitar los alérgenos (en la medida de lo posible) entre los que, comúnmente, están ácaros del polvo, polen y moho. Asimismo, es importante tener hábitos como ventilar la casa, aspirar frecuentemente, lavar las frazadas, peluches y alfombras, lo que disminuye el polvo. Además, para pacientes con alergias estacionales predecibles, se recomienda comenzar con el tratamiento regular al menos una semana (idealmente más tiempo) antes de la temporada de polen, en lugar de después de la aparición de los síntomas. 

Para Galarce, “el mensaje clave es que los antihistamínicos deben ser recetados por un médico, quien evaluará el mejor medicamento para tratar la alergia, y que este tratamiento debe utilizase siempre de la forma adecuada”. En tiempos en que las alergias afectan cada vez a más personas -la Organización Mundial de la Salud estima que una de cada cinco sufrirá algún tipo de rinitis alérgica en su vida-, derribar mitos y promover un uso responsable de estos medicamentos se vuelve tan urgente como abrir las ventanas a la ventilación y al sol primaveral.

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