• Especialistas recuerdan que regular la temperatura entre 36 °C y 37,5 °C durante la cirugía reduce infecciones, evita complicaciones cardiovasculares y acorta el tiempo de hospitalización.
 

Cuando una persona entra al pabellón, se espera que todo esté controlado: el equipo médico, los instrumentos, la anestesia. Pero hay un detalle que muchas veces se pasa por alto y que, sin embargo, puede ser determinante para su recuperación: la temperatura corporal. Mantener al paciente entre 36 °C y 37,5 °C durante una cirugía no es solo una buena práctica clínica. Es una medida que puede prevenir infecciones, reducir sangrados, acortar la hospitalización e incluso salvar vidas.

Este principio se conoce como normotermia quirúrgica, y en Chile ya es parte de la regulación sanitaria: la Norma General Técnica N°190 sobre Prevención de Infección de Herida Operatoria exige medir y mantener la temperatura en cirugías mayores a una hora. El problema es que, en la práctica, este control aún no se implementa de forma homogénea.

“Lo que para algunos parece un número más en el monitor, para otros ya es un nuevo estándar de calidad en la atención”, afirma Natalia Fuentes, enfermera y Clinical Specialist de Solventum.

Lo que una sala fría puede causar

Durante una cirugía, es común que el cuerpo del paciente pierda calor: la anestesia baja la presión, el quirófano está a baja temperatura, los líquidos que consumen los pacientes están fríos y los tejidos corporales son expuestos por tiempo prolongado. Durante la primera hora, una persona puede perder hasta 1,6 °C de su temperatura corporal.

Esta baja, llamada hipotermia perioperatoria, está directamente relacionada con un alza en la probabilidad de experimentar complicaciones, como mayor riesgo de sangrado, recuperación más lenta e infecciones del sitio quirúrgico.

Tecnología que cuida y previene

La especialista resaltó que “hoy existen tecnologías diseñadas específicamente para mantener la normotermia durante todo el proceso quirúrgico, una de ellas es el sistema Bair Hugger de Solventum, que combina mantas térmicas con aire forzado, calentadores de fluidos y sensores de temperatura no invasivos” y que este tipo de soluciones ha sido adoptada en hospitales de todo el mundo porque ayuda a lograr beneficios concretos como:

  • Reducción significativa de infecciones postoperatorias.

  • Menor necesidad de transfusiones (hasta 22% menos).

  • Recuperaciones más rápidas en la unidad post-anestesia.

  • Hospitalizaciones hasta 2,6 días más cortas en promedio.

También es una decisión económica

“Mantener al paciente en la temperatura correcta durante la cirugía no solo es una buena práctica médica. También es una decisión estratégica para los hospitales y clínicas”, sostiene Fuentes, pues además del beneficio clínico, prevenir la hipotermia también reduce costos hospitalarios, donde detalla que:

  • Cada minuto en pabellón cuesta 66 dólares (62.700 pesos).

  • Una unidad de sangre transfundida cuesta 203 dólares (192.850 pesos).

  • La estadía en una unidad post-anestesia cuesta 10 dólares por minuto (9.500 pesos).

Un nuevo estándar que vale la pena visibilizar

La enfermera también dio cuenta de que cada vez más equipos quirúrgicos están adoptando tecnologías para garantizar la normotermia como una herramienta clave en la seguridad del paciente. Sin embargo, aún queda mucho por avanzar para que no se vea como un detalle técnico, sino como un estándar que impacta no sólo en la experiencia de los pacientes, sino también en los resultados de una cirugía.

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