Por Pablo Rioja, gerente comercial de SAWA
En junio se celebra el Día Mundial de la Productividad y el contexto local es el siguiente. Según la séptima edición del informe anual de la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP), Chile en 2022 sufrió una profunda caída en cuanto al ítem de productividad, de entre 3,4% y 3,6%, en comparación con 2021.
¿Cómo se revierten estos escenarios? Existen por ejemplo los incentivos no monetarios, elementos más conocidos como “salarios emocionales”.
Según la bolsa de trabajo más grande, OCCMundial, el salario emocional aumenta en 33% la productividad personal, reduce un 66% los días perdidos por ineficiencia y disminuye hasta un 50% el absentismo laboral. En tanto, un estudio de State of the Global Workplace de Gallup, empresa estadounidense de análisis y asesoría, señala que un mayor compromiso de los trabajadores conlleva un aumento del 21% en la rentabilidad y el 17% en la productividad de la empresa.
Los expertos definen al salario emocional como un beneficio no monetario que optimiza el bienestar, la satisfacción y la comodidad de un trabajador o trabajadora, reforzando de esta manera la relación emocional entre empresa y empleado. En Chile el concepto no es extraño; de hecho, tras la pandemia el mercado comenzó a implementarlo.
Un salario emocional corresponde a cualquier beneficio no monetario que entrega una empresa a sus colaboradores. En la práctica, estos beneficios, que no son económicos, han resultado tan positivos que incluso pueden impactar hasta tres veces más que el dinero, ya que funcionan como un potente incentivo.
De acuerdo a nuestros últimos indicadores, la implementación de programas de incentivos no monetarios en grandes empresas nacionales ha permitido durante el último tiempo un aumento de productividad entre el 10% y 25%, logrando a la fecha una participación de adherencia del 70% al 85% de parte del capital humano.
No olvidemos que las personas son el corazón de las empresas. Cuando un colaborador o una colaboradora se siente motivado o motivada, su desempeño mejora y en consecuencia crece su sentido de compromiso, aumentando así su calidad de vida y productividad.
Explicando esta lógica, lo cierto es que los incentivos no monetarios ayudan a retener la fuerza laboral y con ello permiten reducir el costo de contratación, inducción y capacitación. También, ayudan a mejorar el cumplimiento de metas comerciales, enfocando los incentivos de acuerdo a la realidad de cada persona.
En otras ventajas, los incentivos no monetarios generan un mayor nivel de recordación, por lo que establecen una conexión entre la persona, su familia y la empresa.
En nuestro caso, SAWA ofrece un diseño de mecánicas de juegos con analítica avanzada para la definición de metas y recompensas, mediante la implementación de un software gamificado. En la actualidad, tenemos más de 35 programas, una plataforma con casi 20 mil participantes y un catálogo con más de 3 mil productos para canjear, desde cafeteras y televisores, hasta viajes.
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