Los elevados costos del sistema de salud en Estados Unidos y los estándares de calidad de algunos centros hospitalarios en México hacen que muchos estadounidenses crucen la frontera para hacer turismo médico.
CANCÚN, México — Donna Ferguson se despertó en la ciudad turística de Cancún antes del amanecer en un sábado sofocante de julio.
Pero no iba a la playa. Más bien caminó por un pasillo corto desde el hotel Sheraton hasta el Hospital Galenia.
Un poco más tarde, el cirujano Thomas Parisi, quien había volado desde Wisconsin el día anterior, se paró junto a la cama de hospital de Ferguson y usó un plumón negro para marcar la rodilla que necesitaba reparación. “Estoy lista”, le dijo Ferguson, de 56 años, justo antes de que la trasladaran al quirófano para un remplazo total de rodilla. Para esta intervención, no solo recibiría atención gratuita, sino también un cheque al volver a casa.
Los costos hospitalarios del sistema médico estadounidense son tan altos que tenía sentido, en términos financieros, tanto para un ortopedista altamente calificado de Milwaukee como para una paciente de Misisipi salir del país y encontrarse en un exclusivo hospital privado de México para la operación.
Ferguson obtiene su cobertura médica a través del empleador de su esposo, Ashley Furniture Industries. El costo para esa empresa fue menos de la mitad de lo que habría significado un remplazo de rodilla en Estados Unidos. Es por eso que los empleados y dependientes que utilizan esta opción no tienen que pagar copagos de su propio bolsillo o deducibles por el procedimiento; de hecho, reciben un pago de 5000 dólares de la compañía, que además cubre todos sus costos de viaje.
A Parisi, que pasó menos de veinticuatro horas en Cancún, se le pagaron 2700 dólares, o tres veces lo que habría recibido de Medicare, el mayor pagador único de costos hospitalarios en Estados Unidos. Las aseguradoras privadas a menudo basan sus tarifas de rembolso en función de lo que paga Medicare.
Ferguson es una de cientos de miles de estadounidenses que cada año buscan atención médica de menor costo fuera de Estados Unidos, y gran parte de ellos viajan a países del Caribe y Centroamérica. Para muchos, una cuestión clave es si las instalaciones ofrecen atención de calidad.
Se trata de un nuevo giro en el turismo médico y una compañía de Denver está aprovechando este mercado. La compañía, North American Specialty Hospital, conocida como NASH, ha organizado los tratamientos de más de una veintena de estadounidenses en Galenia desde 2017.
Parisi, graduado de la Clínica Mayo, es uno de alrededor de cuarenta cirujanos ortopédicos en Estados Unidos que colaboran con NASH y viajan a Cancún en sus días libres para tratar a pacientes estadounidenses. NASH está apostándole a la idea de que tener un cirujano estadounidense aliviará las preocupaciones de algunas personas respecto a salir del país, y persuadirá a los empleadores estadounidenses autoasegurados de ofrecer esta opción a sus trabajadores con el fin de ahorrar dinero, pero sin dejar de proporcionar atención de alta calidad. A NASH, una empresa con fines de lucro que cobra una cantidad fija por cada caso, le paga el empleador o un intermediario que organiza el tratamiento.
“Tener un médico estadounidense fue un gran argumento de venta”, dijo Ferguson.
Los cirujanos estadounidenses trabajan en estrecha colaboración con un homólogo mexicano y enfermeras locales. NASH compra cobertura adicional de negligencia médica para los médicos estadounidenses, que podrían enfrentar demandas en Estados Unidos por pacientes insatisfechos con sus resultados.
“En el pasado, el turismo médico básicamente era un salto a ciegas hacia un país lejano, a hospitales y médicos desconocidos con suministros desconocidos, a un lugar sin un seguro estadounidense de mala praxis médica”, dijo James Polsfut, director ejecutivo de NASH. “Estamos haciendo que la experiencia sea completamente diferente y eliminando toda la incertidumbre posible”.
El turismo médico ha existido durante décadas, pero se ha vuelto más común en los últimos veinte años a medida que más países y hospitales de todo el mundo han comenzado a dirigir sus servicios a los extranjeros.
Por supuesto, hay riesgos al salir del país, como la molestia que pueden ser los viajes y la posibilidad de que los estándares de atención sean más bajos que en casa. Si algo sale mal, los pacientes estarán lejos de la familia y los amigos que los pueden ayudar, y podría ser más difícil demandar a proveedores en otros países.
Costos más bajos
Los altos precios cobrados en los hospitales estadounidenses hacen que sea relativamente fácil proporcionar ofertas quirúrgicas en México: en Estados Unidos, la operación de remplazo de rodilla cuesta un promedio de 30.000 dólares, a veces incluso el doble o el triple, pero en Galenia, el costo es de solo 12.000 dólares, afirmó Gabriela Flores Teón, directora médica del hospital.
La tarifa estándar por una noche en el Hospital Galenia es de 300 dólares, dijo Flores, en comparación con el promedio de 2000 dólares que se cobra en los hospitales de Estados Unidos.
El otro gran ahorro es el costo del dispositivo médico que se usó en la intervención de remplazo de rodilla de Ferguson, el cual fue fabricado por una subsidiaria de Johnson & Johnson, la empresa con sede en Nueva Jersey. El implante cuesta 3500 dólares en Galenia, en comparación con los casi 8000 de Estados Unidos, comentó Flores.
Galenia cuenta con la acreditación de la Joint Commission International, que establece los estándares hospitalarios en Estados Unidos. Pero para ayudar a que los médicos y pacientes se sientan cómodos con la operación aquí, NASH y Galenia se esforzaron por superar esos estándares.
Eso incluye contar con un autoclave adicional para esterilizar instrumentos más rápidamente, hacer que los médicos usen atuendos similares a los trajes espaciales a fin de reducir el riesgo de infección y hacer que los pacientes comiencen la terapia física apenas unas horas después de la operación de remplazo de rodilla o cadera.
Glenn Cohen, profesor de derecho en Harvard y experto en turismo médico, calificó el modelo utilizado por NASH y algunas otras empresas similares como una “estrategia inteligente” para atacar algunos de los riesgos percibidos respecto del turismo médico.
“No elimina del todo las preocupaciones, pero se puede decir que es un gran paso adelante”, comentó. “Es una muy buena estrategia de mercadotecnia”.
Aun así, advierte que los pacientes deben estar pendientes de que el hospital esté equipado para todas las contingencias, de las habilidades de los demás miembros del equipo quirúrgico y de cómo se asegurará la continuidad de su atención cuando regresan a casa.
Funcionarios de Ashley Furniture, donde Terry, el esposo de Ferguson, ha trabajado desde hace mucho tiempo, dijeron que hasta ahora se han llevado una muy buena impresión.
“Hemos tenido una reacción abrumadoramente positiva de los empleados que han ido”, dijo Marcus Gagnon, gerente de salud y prestaciones globales de Ashley, una empresa con sede en Wisconsin que tiene 17.000 empleados. Ferguson fue la décima asegurada de la compañía en ir a Cancún.
Ashley también ha enviado a unos 140 empleados o dependientes para recibir tratamientos en un hospital en Costa Rica; en conjunto, los centros médicos extranjeros le han ahorrado a la compañía 3,2 millones de dólares en costos de salud desde 2016, declaró.
“Incluso después de los pagos de incentivos y los gastos de viaje, todavía ahorramos aproximadamente la mitad del costo de pagar la atención en Estados Unidos”, explicó Gagnon. “Ha sido una buena opción, no una solución mágica, pero una buena opción”.
Sin embargo, algunos se muestran escépticos ante la estrategia de NASH.
“Construir una cultura que se sienta familiar en un destino extranjero puede ser atractivo para algunos consumidores estadounidenses, pero no lo veo como un negocio sostenible”, dijo Irving Stackpole, un consultor de salud en Rhode Island. “No es inusual que las personas que están pensando en hacer esto tengan médicos, familiares y amigos a su alrededor que lo ven como una opción de alto riesgo”.
Stackpole dijo que solo un número limitado de estadounidenses estaban dispuestos, incluso con un incentivo financiero, a viajar al extranjero porque la mayoría percibe que la atención no será tan buena.
‘Estás loca por hacer esto’
La rodilla de Ferguson comenzó a causarle problemas hace dos años, y el otoño pasado un médico recomendó el remplazo. Ella está de pie la mayor parte del día armando kits de herramientas para muebles en su trabajo en American Furniture Manufacturing en Ecru, Misuri. Terry Ferguson mencionó la opción de Cancún, de la que había oído hablar en el trabajo. La pareja paga 300 dólares al mes en primas por cobertura de salud familiar.
“Tengo un amigo que me dijo: ‘Estás loca por hacer esto’, pero Parisi se formó en Mayo, y no hay nada mejor que eso”, dijo Ferguson antes de la operación. Además, tener un médico estadounidense significaba que, si algo salía mal, podía presentar una demanda por negligencia médica, agregó.
IndusHealth, la administradora del plan de viaje médico de Ashley, organizó todo para que ella se sometiera a un examen físico, radiografías y pruebas cardíacas cerca de su casa a fin de asegurarse de que era una buena candidata para la intervención. Incluso le pidieron que consultara a un dentista para confirmar que no tuviera una infección que pudiera complicar su recuperación. Parisi revisó algunos de esos registros médicos antes de que Ferguson se dirigiera a Cancún.
La compañía también coordinó su atención médica y organizó el viaje, incluyendo la obtención de pasaportes, billetes de avión, hotel y alimentos para la pareja.
En México, el día antes de la operación, le hicieron más radiografías y le sacaron sangre. Después del almuerzo, la pareja se reunió con Noemí Osorio, una enfermera, quien revisó los horarios de Ferguson y le mostró las instalaciones de fisioterapia. Más tarde, se reunieron con Parisi y el resto del equipo médico.
“Mi trabajo es bastante fácil”, le dijo Parisi. “Cómo te vaya a ir en los próximos cinco o diez años depende de lo bien que trabajes con la fisioterapia”.
La intervención quirúrgica comenzó a las 8:20 de la mañana siguiente. Daniel Ríos, un cirujano ortopédico que ejerce a tiempo completo en Cancún, trabajó con Parisi. Ríos, quien hizo una estancia en el Brigham and Women’s Hospital en Boston, atendió a Ferguson durante varios días después de la operación.
A las 9:30 la operación ya había terminado, y a las 11:00 salió del área de recuperación. Parisi la examinó allí. “Todo salió muy bien”, le dijo antes de dirigirse al aeropuerto para su vuelo a casa a las 14:30.
Parisi dijo que la falta de dominio del inglés de algunos miembros del personal quirúrgico creó “retrasos momentáneos”, pero que el asistente quirúrgico bilingüe había ayudado.
Poco más de tres horas después de la intervención, Ferguson estaba en su habitación del hospital, y un fisioterapeuta vino y la ayudó a salir de la cama. Usando una andadera, dio algunos pasos para probar su nueva rodilla. A la mañana siguiente, caminaba en muletas por el pasillo y fue dada de alta antes del mediodía. Se quedó en su hotel diez días más mientras acudía a terapia física dos veces al día.
“Ha sido una gran experiencia”, dijo dos días después de la operación.
“Incluso si tuviera que pagar, volvería aquí simplemente porque es un nivel diferente de cuidado, te tratan como si fueras de la familia”.
Este artículo fue producido en colaboración con Kaiser Health News, un programa de Kaiser Family Foundation independiente en términos editoriales. El autor es reportero de Kaiser Health News.
Fuente:
The New York Times
Equipo Prensa
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