La formación médica continua se ha convertido en un eje central de las políticas de salud en países desarrollados. Frente al envejecimiento poblacional y el auge de enfermedades crónicas no transmisibles —como el dolor musculoesquelético persistente—, los sistemas sanitarios están integrando con fuerza nuevas tecnologías, procedimientos mínimamente invasivos y formación transversal de equipos clínicos.

Según un estudio de la Universidad Católica y Grünenthal, una de cada cuatro personas adultas en Chile sufre dolor crónico, porcentaje que aumenta al 37% en mayores de 71 años. El 65% de estos casos se relaciona con afecciones musculoesqueléticas como lumbago, artrosis y dolor cervical. El costo económico asociado se estima en más de  550 mil millones de pesos anuales, afectando directamente la productividad y el bienestar social.

La formación como estrategia ante el dolor crónico

Frente a este escenario, la capacitación clínica se posiciona como una herramienta concreta para mejorar diagnósticos y tratamientos, reducir la cronicidad, y disminuir el uso excesivo de fármacos.

“Hay una necesidad urgente de llevar el conocimiento especializado a la práctica clínica diaria. No basta con que los profesionales conozcan la teoría: deben poder aplicarla con precisión y seguridad, especialmente en procedimientos como infiltraciones, bloqueos o punción seca”, afirma Vanesa Mancini, Jefa de Comunicaciones de la Clínica de Recuperación de Lesiones (CRL) y de Formaciones Clínicas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) promueven desde hace una década la formación continua como parte fundamental de la estrategia contra el dolor crónico. Esto incluye educación en ecografía musculoesquelética, neuromodulación funcional, y técnicas intervencionistas ecoguiadas, que permiten realizar tratamientos precisos con menos efectos adversos.

Chile: brechas y avances en formación clínica

Pese a los avances, el acceso a formación de alta especialización en Chile es aún limitado. Se estima que más del 80% de los profesionales latinoamericanos deben autofinanciar su actualización y que la mayoría de las unidades especializadas en dolor se concentran en Santiago.

“Hay una enorme demanda de formación de calidad en regiones. Muchos profesionales tienen el compromiso y la vocación, pero no el acceso a cursos con estándar internacional. Es ahí donde tenemos que abrir el juego”, dice Mancini.

Integrar formación y atención clínica

Un ejemplo de este esfuerzo es el programa Formaciones Clínicas de CRL, que ha organizado más de una docena de cursos presenciales durante el último año, todos con foco práctico y orientados al manejo del dolor y la rehabilitación avanzada.

“Hemos traído a expertos de talla mundial como el Dr. Monres Gomes, pionero del intervencionismo ecoguiado en Latinoamérica. Pero más importante aún, diseñamos jornadas que combinan teoría, exploración anatómica y práctica clínica con pacientes reales. Eso es lo que genera un verdadero impacto”, destaca Mancini.

Además, la Clínica CRL es representante oficial en Chile de la NMP Academy, una institución española especializada en neuromodulación y terapias invasivas, lo que ha permitido incorporar certificaciones europeas a su programa formativo.

Los resultados, según Mancini, son visibles. “Todos los profesionales de la salud que han asistido a algún curso, han mejorado en precisión diagnóstica, en técnicas de abordaje mínimamente invasivas y en el enfoque integral del paciente. Eso se traduce en pacientes que se recuperan más rápido y con menos dolor”.

Una tendencia que se proyecta

CRL ha definido una estrategia de largo plazo: “Queremos que cualquier profesional de Chile, desde Arica a Punta Arenas, pueda acceder a formación clínica de primer nivel”, señala Mancini.

Este tipo de proyectos apuntan a responder una necesidad más amplia: fortalecer las capacidades del sistema sanitario para enfrentar patologías crónicas desde una medicina más precisa, interdisciplinaria y menos invasiva.

“Estamos convencidos de que la docencia no es un área separada de la clínica: es parte de nuestro compromiso con la salud de los pacientes. Si el profesional está mejor preparado, el paciente recibe una mejor atención. Así de claro”, concluye Mancini.

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