- Dra. Cecilia Tapia, Experta en diagnóstico molecular y Coordinadora de Enlace de laboratorio en Clínica Dávila
En los últimos días han bajado notoriamente las cifras de contagios y de decesos por el COVID-19. De ahí que se estén bajando restricciones y esté la sensación de que el virus ya no es tan letal como antes.
Pero la verdad es que todavía no estamos libres de la pandemia. Por un lado, todavía hay personas que no se han vacunado y que están propensas a contagiarse, e incluso quienes ya se hayan vacunado pueden adquirir el virus y tener síntomas leves, y luego contagiarlo sin saber. Además, hay que considerar que los virus mutan constantemente, y que las nuevas variantes del SARS CoV-2, incluyendo la más contagiosa hasta ahora, que es la Delta, tienen efectos que aún no conocemos del todo.
Se ha observado que los casos positivos han ido bajando al igual que la sintomatología debido a la vacunación, con lo cual secundariamente se han realizado menos testeos. Además los asintomáticos de todas maneras contagian, por lo cual, no podemos bajar los brazos con los testeos.
Si bien la PCR es el método de referencia y el más usado, tiene la desventaja de que no se puede hacer rápido, pues sus resultados demoran entre 4 y 5 horas. Por eso existe también la prueba rápida de antígenos, que es un test inmunocromatográfico que da resultados en 15 o 20 minutos, y funciona especialmente bien en pacientes sintomáticos y asintomáticos con alta carga viral. Además, se realiza con hisopado nasal, lo que hace más sencilla su implementación.
Si el objetivo mundial es llegar a la ansiada inmunidad de rebaño, aún no se llega al objetivo completamente. Aunque nos acerquemos cada vez más a librarnos de la versión original del virus, la aparición de nuevas variantes lo complica todo. Por eso, es necesario que los testeos rápidos se sigan haciendo, al menos mientras el COVID-19 nos continúe acompañando.
Equipo Prensa
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