Por Raúl Sánchez, psiquiatra, director del Centro Clínico del Animo y la Ansiedad.
A pesar que la bipolaridad afecta a cerca de 60 millones de personas en el mundo aun existe un estigma social negativo que dificulta el diagnóstico y retrasa su tratamiento. La sociedad tiende a creer que las personas con esta enfermedad no tienen las competencias necesarias para desempeñarse en el rol familiar, laboral o académico y eso hace más difícil buscar ayuda o tratarse.
La bipolaridad no un modo de ser, sino una enfermedad. Un trastorno del ánimo con bases biológicas, influenciado por factores psicosociales y aunque los pacientes no son culpables de padecerla, sí son responsables de buscar y gestionar un tratamiento adecuado para llevar una vida normal y plena.
Según estudios, existe un preocupante retardo diagnóstico de hasta 8 años desde la aparición de los primeros síntomas hasta el inicio de un tratamiento efectivo. Este lapso prolongado resalta la necesidad de una mayor conciencia y educación sobre sus signos y sintomatología.
Los síntomas iniciales pueden ser inespecíficos, como ansiedad, angustia, ideaciones suicidas, inestabilidad del ánimo, trastornos del sueño, tristeza patológica severa prolongada. Sin embargo, el diagnóstico se confirma con la presencia de periodos de exaltación del ánimo anormales, con niveles de energía descomunales que son conocidos como hipomanías o manías.
Los pacientes que están cursando un cuadro de manía experimentan euforia desproporcionada, gran intensidad en las emociones y la forma como ven los colores o sienten los sonidos, además de un nivel de energía inagotable y una autoestima elevada que no está asociada a la realidad, donde esta falsa valoración de sí mismos puede llevar a comportamientos de riesgo.
Con una prevalencia del 2% al 3% a nivel mundial, se estima que alrededor de 450 mil personas en Chile viven con trastorno bipolar, pero muchos de ellos no reciben tratamiento o no han sido diagnosticados.
El tratamiento no se limita a la farmacoterapia; es crucial combinarla con intervenciones psicoterapéuticas para manejar el estrés – que son importantes factores gatillantes en los trastornos bipolares – terapia ocupacional para mejorar la funcionalidad en roles académicos o laborales, y la inclusión de la familia en el proceso de recuperación.
Es fundamental desterrar el estigma y promover la comprensión y el apoyo hacia quienes viven con esta enfermedad. Con una detección temprana, acceso a tratamientos integrales y un entorno de apoyo compasivo, podemos ayudar a quienes luchan contra la bipolaridad a llevar vidas plenas y significativas.
Equipo Prensa
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