• Carolina Pye, académica de la Universidad de Los Andes, explica que las plataformas sociales son terreno fértil para la propagación de mensajes que podrían alterar los patrones alimentarios saludables, con efectos de largo plazo en la salud pública.

 

  • Uno de los aspectos más preocupantes es que segmentos como los niños, niñas y adolescentes, las embarazadas y las personas de la tercera edad no alcanzan las tres porciones diarias sugeridas por documentos de referencia.

 

  • De acuerdo a un reporte realizado por académicos de varios planteles locales, apoyado por el Consorcio Lechero,, algunas de las razones para retirar los lácteos de la dieta son la creencia de que son dañinos para la salud o la sustitución de nutrientes.

Una de cada tres personas que deja de consumir leche en Chile alude a motivos que van en sentido contrario de la evidencia científica, según revela un estudio realizado por el Consorcio Lechero y su comité científico de lácteos, integrado por académicos e investigadores de diversas universidades y centros de investigación del país.

Algunas de estas razones apuntan a creencias tales como el carácter dañino de los lácteos o el bajo interés por ingerir productos que no son de su gusto, plantea la medición, que consideró la opinión de más de dos mil individuos adultos de diversas regiones.

El problema a nivel local, exponen los expertos, es que tres grupos prioritarios de la población local no alcanzan la ingesta recomendada por organismos internacionales y también por las Guías Alimentarias para Chile, un documento de referencia elaborado por el Ministerio de Salud y académicos de todo el país, que explora la cultura alimentaria local en su territorio continental e insular.

De acuerdo a los datos recopilados por la industria, Chile tiene un promedio de ingesta anual que no supera los 160 litros, una cifra que está por debajo de otros países latinoamericanos y aún más distante de los países nórdicos, que lideran la medición a escala global. De esta forma, los niños, niñas y adolescentes, las embarazadas y las personas de la tercera edad no cumple con las tres dosis diarias recomendadas.

Carolina Pye, nutricionista y académica de la Universidad de Los Andes, explica que el escenario en el país y en el mundo está fuertemente influenciado por mensajes de desinformación principalmente a nivel de las plataformas sociales, algo que no solo podría tener un impacto en alterar los patrones alimentarios de la población, sino también ocasionar efectos negativos en el largo plazo a nivel de salud pública.

En nuestro país, la leche ha tenido un carácter fundamental como estrategia sanitaria desde los años ‘70, gracias a la política de entrega de este alimento en los consultorios, y también como vehículo para la fortificación de nutrientes biológicos fundamentales. El último ejemplo de esto es la publicación de un decreto por el cual los productos lácteos que se comercializan en Chile serán fortificados con Vitamina D.

Esto debido a los niveles descendidos de este elemento en todo el territorio nacional.

“Como nutricionista, tengo presencia en redes sociales y lo que vemos es que hay una propagación de mensajes que no tienen ningún argumento científico detrás. Es información, de frentón, falsa que anda dando vueltas, sobre todo en el caso de los lácteos. Los argumentos en este tema de alta relevancia no deben basarse en gustos u opiniones personales, sino en la evidencia”.

La investigadora maneja una cuenta en sus redes sociales con más de 50 mil seguidores en Instagram (@nutricarolinapye) en la que realiza de forma periódica sesiones con investigadores de otros organismos académicos. Las acciones dan cuenta del interés de la comunidad científica local por bajar la evidencia al público masivo, y al mismo tiempo la preocupación por poner un punto de equilibrio a la desinformación en medios sociales.

“Si las personas están dejando de consumir productos como los lácteos en cantidades adecuadas u otras proteínas de origen animal vamos a tener, y ya lo estamos viendo, problemas de salud. Un ejemplo de esto es el déficit de vitamina B12 por el no consumo de carne. Una persona con miles de seguidores en redes pasa a tener más peso que los argumentos técnicos y que quizás llega a menos gente. Hoy es mucho más vendedor decir que algo es malo, pero hay un riesgo importante en la materia”.

La académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Los Andes advierte que la diseminación de mensajes erróneos podría tener un efecto más riesgoso en el largo plazo: el cambio en patrones alimentarios con base en evidencia que carece de sustento científico validado. Esto, además, va en contra de los esfuerzos en la política pública para proveer mejor información a los consumidores.

“Una persona que sigue estas recomendaciones podría tener un cambio sustancial en su salud o incluso llegar a enfermarse por seguir estas recomendaciones”.

De acuerdo a un estudio de Unicef del año 2019, titulado “ Estado Mundial de la Infancia 2019: Niños, alimentos y nutrición”, uno de cada tres niños menores de cinco años padece desnutrición, y dos de cada tres menores de dos años están mal alimentados. Los factores que provocan esta alarmante realidad mundial son, según el reporte, cuatro: la pobreza, la urbanización, el cambio climático y las decisiones alimentarias mal informadas.

El impacto de la desinformación

 

El informe final del proyecto “Patrón y variables determinantes del consumo de lácteos en adultos y adultos mayores en Chile” establece que la principal barrera es la intolerancia a la lactosa. Casi el 50 por ciento de las mujeres que retiran este alimento de su dieta esgrimen este motivo.

El estudio precisa que el queso es el lácteo de mayor ingesta en el país, seguido de la leche, el yogur y el quesillo. El mercado local ofrece más de diez alternativas y son los estratos socioeconómicos altos los que tienen un consumo más cercano a las recomendaciones de salud pública.

A nivel de población general, los especialistas advierten que un tercio de los individuos encuestados alude a razones potencialmente relacionadas con la desinformación: el 15 por ciento lo considera dañino para la salud y otro 15 por ciento dice que obtiene los nutrientes de otro alimento, algo que la nutricionista Carolina Pye lo considera como algo especialmente complejo.

“Nutricionalmente hablando, los lácteos son un grupo de alimentos muy completo. Es muy difícil obtener la cantidad de nutrientes, la variedad de nutrientes y la calidad de nutrientes que tienen los lácteos en algún otro alimento. Sí, hay alimentos que tienen más calcio, pero la biodisponibilidad de ese calcio no es la misma. Por ejemplo, para obtener el mismo calcio de la almendra tendrías que comer 13 kilos al día, algo que es incompatible con la salud”.

El estudio plantea, además, que el 18 por ciento de los entrevistados reconoce que no le gusta el sabor de la leche, pese a que la disponibilidad de productos lácteos y de preparaciones que lo utilizan como ingrediente (incluso las ensaladas) es muy variada. “Si uno analiza detenidamente las cifras se da cuenta de que las principales razones para no consumir lácteos son por desinformación, falta de información o información falsa”, analiza Pye.

“Es preocupante, porque la gente no tiene capacidad de contrastar los datos y darse cuenta de que el mensaje no es verídico. En el caso de las embarazadas, muchas están prefiriendo la suplementación, sin saber si se cubren efectivamente las necesidades en este período fisiológico. Y además dejan de obtener el calcio de buena disponibilidad que tiene la leche, prescindiendo de todos los otros nutrientes que lo acompañan”.

La leche es fuente fundamental de nutrientes esenciales y está considerado por organismos internacionales como un alimento de interés mundial. Proporciona micronutrientes que son vitales para el desarrollo normal de huesos y dientes durante los primeros años de vida, además de prevenir la osteoporosis en la adultez. Los lácteos integran una variedad de nutrientes que son fundamentales para que los seres humanos tengan una dieta equilibrada, aportando proteínas de alto valor biológico, entre ellas vitaminas del complejo A, la B y la D,

El factor vegano

 

Aunque el consumo de productos lácteos en el país ha crecido levemente en los últimos años, este sigue siendo insuficiente para llegar al estándar mínimo requerido por la FAO. De hecho, la ingesta de leche en Chile está 30 litros por debajo de las recomendaciones internacionales, mientras el acceso de la población a bebidas vegetales se multiplicó en los últimos años.

La situación podría afectar la disponibilidad de nutrientes esenciales y de alto valor biológico en el largo plazo para la población, especialmente en edades tempranas. En nuestro país, el consumo de leche es de 155 litros por persona al año, provenientes en su mayoría del queso (9,8 kilos), leche líquida (22 litros y yogur (12 litros). La cifra está por debajo de las recomendaciones de la FAO (Argentina, por ejemplo, alcanza los 187 litros).

Por el contrario, el consumo de bebidas vegetales se disparó en la última década: entre 2018 y 2019 el mercado de bebidas vegetales en Chile creció más de un 70 por ciento de su volumen, lo que equivale aproximadamente a más de cuatro mil litros consumidos anualmente.

Respecto a motivos relacionados con preferencias valóricas, el tres por ciento dejó de preferir lácteos por la crisis climática, el cinco por ciento por veganismo y el seis por ciento por bienestar animal. La académica de la Universidad de Los Andes explica que la producción de leche en Chile tiene un carácter diferente al que este grupo de la población podría percibir, y que la suplementación de las personas veganas no es siempre la óptima.

“En la práctica, esa suplementación dura solo el primer impulso. Mi percepción como nutricionista es que es ilógico pensar que la única forma de sobrevivir o mantenerse sano es en base a productos o dosis farmacológicas de un nutriente que tú puedes obtener de forma natural a través de la dieta. Por otro lado, la producción aquí en Chile es mucho más respetuosa con el animal y el medioambiente de lo que la gente piensa, y es fundamental que el sector destine mayores esfuerzos en poder visibilizar esos avances”.

La ingesta de proteína láctea contribuye a aumentar la respuesta de la insulina en las personas con diabetes del tipo 2, a la vez que los lácteos bajos en grasa se han asociado inversamente con la glicemia alterada y la presión arterial. La evidencia es clara respecto a que los lácteos no producen inflamación, son protectores en el embarazo, infancia y salud cardiovascular, entre otros beneficios. Algunos estudios sugieren que el consumo de productos lácteos se ha asociado con menor riesgo de hipertensión, coagulopatía, enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular  (Por: Luis Francisco Sandoval. Agencia Inés Llambías Comunicaciones).

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