Por Jorge Dinamarca, Regional Manager de GE HealthCare Chile y Argentina.
El ecosistema sanitario en Chile atraviesa varios cambios, tanto a nivel epidemiológico como en la estructura del sistema, en la que la tecnología aparece como un aliado que puede contribuir de distintas formas a brindar un mayor y mejor acceso a la salud que demanda la población.
Por un lado, desde el punto de vista epidemiológico, tenemos una población que envejece de manera acelerada: de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), las personas de la tercera edad pasarán de ser poco más de 3.5 millones en 2022 a casi 7 millones en 2050. Esto significa que la cantidad de personas mayores de 60 años casi se duplicará en los próximos 28 años; una realidad demográfica que tiene un impacto directo e inmediato en los requerimientos de atención médica.
Al respecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que en la vejez es común la aparición de varios padecimientos, en ocasiones, al mismo tiempo, entre los que se encuentran más habitualmente la pérdida de audición, cataratas, dolores de espalda y cuello, osteoartritis, diabetes y neumopatías obstructivas crónicas. La atención y tratamiento de estas enfermedades, representan costos más altos para los servicios sanitarios, lo que pone presión al ecosistema de salud con el crecimiento exponencial de este grupo demográfico.
Desde el punto de vista de la estructura del sistema de salud, hoy se están planteando varios cambios. En mayo de este año, se publicó la llamada Ley Corta de Instituciones de Salud Previsional (Isapres), que busca modernizar el Fondo Nacional de Salud (Fonasa), fortalecer la Superintendencia de Salud y modificar la normativa que regula a las Isapres. Esta última para cumplir con el fallo de la Corte Suprema emitido en noviembre de 2022, el cual estipula que las Isapres deben devolver los cobros en exceso a aproximadamente 700.000 afiliados, lo que pone en riesgo su estabilidad financiera, según lo expuesto por representantes de estas mismas instituciones.
En paralelo, se plantea un cambio regulatorio y político a través de una reforma que compromete al gobierno a enviar uno o más proyectos de ley al Congreso, enfocados en la reformulación del sistema sanitario, antes del 1 de octubre.
Al observar la situación epidemiológica junto con la reestructuración del sistema sanitario chileno, vemos que el gasto económico generado por la población envejecida impacta directamente al sistema privado, que no solo debe devolver 1,5 millones de dólares a sus afiliados por los cobros en exceso, sino que también está sufriendo la mayor fuga registrada hacia el sistema público, con una migración de cerca de 350 mil personas a Fonasa en 2023.
Esto trae un doble desafío. El sistema público debe atender una gran cantidad de nuevas personas, mientras que el sector privado está perdiendo a los pacientes más jóvenes y mantiene a los más costosos (la tercera edad). Los retos en ambos sistemas están generando un desbalance que no tardará en generar repercusiones negativas.
En este escenario, la tecnología se transforma en un aliado que puede contribuir a generar el equilibrio que requiere el sector. Se traduce en la posibilidad de contar con un diagnóstico temprano, preciso y personalizado, y adicionalmente, en mayor eficiencia y productividad en el proceso de atención. Por ejemplo, en el diagnóstico oncológico, en los últimos años la lista de espera de las patologías del Plan de Acceso Universal a Garantías Explícitas (AUGE) ha crecido considerablemente, especialmente enfermedades relacionadas a los distintos tipos de cáncer. De acuerdo a un estudio del Instituto de Políticas Públicas en Salud de la U. San Sebastián (Ipsuss), a mediados de 2018 había 2.834 personas con esta enfermedad que esperaban por su atención, pero seis años después, en 2024, esta cifra ascendió a 18.188, cantidad que representa un aumento del 541,7%.
En este contexto, las alianzas entre los distintos actores del sistema de salud son una herramienta clave. A modo de ejemplo, durante la pandemia, la asociación público privada (APP) para gestión de camas de urgencia para pacientes Covid, llevó a Chile a ser destacado internacionalmente como un ejemplo para la gestión de pacientes críticos. De esta manera, la búsqueda de APP para el desafío de listas de espera y unir fuerzas para esta gestión de un acceso y diagnóstico preciso, se transforma hoy en un imperativo para nuestro país.
Asimismo, creo que las estadísticas expuestas anteriormente podrían disminuir rápidamente con tecnologías que permitan diagnosticar de manera más temprana y rápida, como la mamografía con contraste, que puede ser muy útil en el estudio preoperatorio y en la evaluación de la extensión local, en especial en los cánceres de mama recién diagnosticados. Esta técnica avanzada de diagnóstico por imágenes es utilizada para mejorar la detección y caracterización de lesiones mamarias, brindando resultados comparables a una resonancia magnética, pero en menor tiempo ya que se aplica en el mismo mamógrafo.
Otro ejemplo es el examen PET-CT, cuya modernización y desarrollo ha incorporado una nueva tecnología con menor consumo de radioisótopos, aumento de sensibilidad de cristales, lo que incrementa el diagnóstico de precisión en lesiones pequeñas.
Pero más allá de la tecnología, ante un escenario cambiante y con nuevos desafíos para los prestadores de salud, no hay que perder el objetivo principal, que es fortalecer el sistema, y más importante aún, no pasar por alto que nosotros trabajamos en función de los pacientes. La industria sanitaria siempre tiene una necesidad creciente de dar mayor y mejor salud, y en esta reconstrucción del sistema, la innovación constante llega a iluminarnos para encontrar el equilibrio.
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