Tras el caso ocurrido en Inglaterra, donde más de 20 mujeres fueron hospitalizadas por inyecciones con botox no autorizado, el doctor Jorge Díaz, presidente de la Sociedad Chilena de Medicina y Cirugía Estética (Sochimce), advierte sobre los peligros de esta práctica sin control y hace un llamado a informarse antes de someterse a estos procedimientos.
Un tratamiento estético que parecía inofensivo terminó en tragedia para al menos 28 mujeres en Inglaterra. Todas recibieron inyecciones con un producto tipo botox no autorizado, lo que desencadenó graves cuadros de botulismo, una enfermedad rara pero potencialmente mortal. Algunas de las afectadas incluso tuvieron que ser conectadas a respiradores artificiales para sobrevivir.
Este caso ha generado preocupación en distintos países, incluyendo Chile. El doctor Jorge Díaz, presidente de la Sociedad Chilena de Medicina y Cirugía Estética (Sochimce), advierte que “el problema no es el botox en sí, sino quién lo aplica y en qué condiciones. Todavía existen en el país muchas personas sin formación médica que realizan estos procedimientos en lugares no habilitados. Eso es extremadamente peligroso”.
La toxina botulínica es un medicamento que debe ser administrado con precisión por profesionales calificados. Un error en la dosis, el uso de un producto de origen desconocido o una mala técnica podría derivar en consecuencias graves. “No se trata solo de estética”, explica el Dr. Díaz. “Una aplicación mal hecha puede causar desde la caída de párpados hasta parálisis o dificultad para respirar. Estos no son riesgos menores y deben tomarse con la seriedad que corresponde”.
En nuestro país, advierte el experto, también circulan productos falsificados o sin registro sanitario, lo que aumenta el riesgo de complicaciones. “Muchas personas se dejan tentar por precios bajos sin saber lo que realmente les están inyectando. Es urgente que se fortalezca la fiscalización, tanto de quienes ofrecen estos servicios como de los productos que se utilizan”, señala.
Además, Díaz enfatiza que estos tratamientos deben ser considerados como actos médicos, no como servicios cosméticos cualquiera. “Estamos frente a un tema de salud pública. Esto no es solo una decisión estética, es una decisión médica. Y por eso debe ser tratada como tal”, afirma.
El llamado, entonces, es claro: antes de someterse a cualquier procedimiento con toxina botulínica, es fundamental verificar que la persona que lo aplica esté debidamente certificada, que el producto esté aprobado por el Instituto de Salud Pública (ISP) y que el lugar cumpla con las normas sanitarias.
“El mensaje es simple: hay que informarse antes de inyectarse algo, preguntar qué producto se está aplicando, quién lo hace y si tiene respaldo profesional. Lo barato puede salir muy caro. Y en algunos casos, hasta costar la vida”, concluye el doctor Jorge Díaz.