Por: Marta Tapia, Médico Epidemióloga, Customer Success Manager.

En Chile, un paciente puede ser atendido por distintos centros de salud en un mismo año, y cada uno de ellos maneja la información clínica en su propio sistema. El resultado es que la historia clínica termina fragmentada en plataformas que no se comunican entre sí, que no comparten datos y, en muchos casos, aún dependen del papel. Según una revisión sistemática publicada en 2022 en Journal of Medical Internet Research, advierte que esta fragmentación se asocia a retrasos en diagnósticos, duplicación de exámenes, errores médicos y peores resultados en salud, impactando directamente en la continuidad del cuidado y la seguridad del paciente.

Aunque las herramientas tecnológicas de salud avanzan aceleradamente, persiste el desafío de contar con un sistema capaz de adoptarlas con visión integrada. Quienes trabajamos en el sector, debemos avanzar decididamente en la digitalización, fortaleciendo una colaboración público-privada efectiva, con foco en la interoperabilidad, la infraestructura y la seguridad de los datos.

Chile ha dado pasos importantes. La Ley de Interoperabilidad, publicada en mayo de 2024, establece un marco legal que obliga a los sistemas públicos y privados a compartir información clínica y conservar los registros durante 15 años. Asimismo, el informe OECD Reviews of Health Systems: Chile 2023 destaca que el país cuenta con altos niveles de conectividad, con más del 70% de las conexiones fijas a Internet a través de fibra óptica.  Estas condiciones técnicas son favorables para la adopción masiva de herramientas de salud digital; sin embargo, aún no se traducen en un ecosistema verdaderamente conectado. Hace falta una estrategia nacional que establezca una gobernanza sólida, capaz de alinear estándares, plataformas y procesos, y sobre esa base construir una arquitectura común. ¿Cómo construimos una red digital eficiente si cada institución implementa soluciones de forma aislada?

La tecnología actual permite levantar información clínica de manera automática, visualizar historiales completos en tiempo real y apoyar el diagnóstico mediante inteligencia artificial. Existen plataformas capaces de integrar múltiples fuentes, validar la calidad de los registros y disponibilizarlos de forma segura en los distintos niveles de atención. Sin embargo, para que estas herramientas funcionen a gran escala, se requiere una infraestructura digital sólida, una política de datos unificada y profesionales capacitados para operar en entornos colaborativos. No se trata solo de digitalizar procesos, sino de rediseñar cómo fluye la información dentro del sistema de salud.

Para ello es necesario alinear esfuerzos. El sector público ya ha avanzado en establecer un marco normativo y cuenta con capacidades instaladas en muchos servicios, pero necesita impulsar con mayor fuerza una estrategia que articule lo existente. El mundo privado, por su parte, dispone de tecnologías probadas, conocimiento especializado y potencial operativo de gran escala. La clave está en conectar esas capacidades con una hoja de ruta común, que permita escalar lo que ya funciona y cerrar las brechas que aún persisten.

Cuando ambas partes trabajen de forma coordinada, los resultados serán concretos: atención rápida, diagnósticos más precisos y una experiencia de paciente fluida. Pero esa sinergia aún está lejos de consolidarse. La fragmentación institucional y la ausencia de interoperabilidad siguen siendo barreras que frenan la transformación.

Digitalizar con propósito implica entender que la información clínica no es solo un dato técnico, sino un habilitador del cuidado. Debemos dejar atrás los desarrollos aislados y avanzar hacia una infraestructura nacional de salud conectada, con gobernanza compartida, incentivos claros y estándares comunes. La colaboración es una condición esencial para el cambio.

 

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