Por Gerardo González-Rocha, PhD y Andrés Opazo-Capurro, PhD, Laboratorio de Investigación en Agentes Antibacterianos de U. de Concepción, investigadores de Núcleo Milenio MICROB-R.
Ante la aparición del coronavirus SARS-CoV-2, causante de COVID-19, la tendencia mundial entre las personas ha sido la de explorar qué medicamentos utilizar para evitar el contagio o tratar los síntomas.
Son muchos los potenciales afectados por la expansión de esta pandemia. Al efecto geográfico extendido que ha tenido este coronavirus -contagiando al momento de escribir esta columna a cerca de 850 mil personas y provocando que alrededor de un tercio de la población mundial viva en algún grado de aislamiento-, también se suma que afecta fuertemente a los adultos mayores y a la parte de la población aquejada de alguna enfermedad crónica. Por lo cual podemos concluir que es una infección viral que no distingue edad, nivel de desarrollo o etnia, lo cual contextualiza el grado de preocupación pública ante su letalidad mundial.
Y ante este argumento ineludible, se hace mucho más recurrente entonces la pregunta ¿existen efectivamente medicamentos específicos que puedan prevenir o tratar este virus?
Ya hemos conocido la polémica que despertó la inquietud de si era o no conveniente suministrar ibuprofeno en el tratamiento de los contagiados de coronavirus. En donde la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), luego de consultar a la comunidad médica, aclaró que el uso de este medicamento antiinflamatorio no ejercía un efecto negativo en el tratamiento de un contagiado por COVID-19, aunque no tiene injerencia en su mejoría.
Aunque la magnitud de la preocupación popular por mecanismos de control, claramente no reduce las dudas solamente a este medicamento. Por esto se han levantado otras inquietudes que son necesario clarificar.
Una de ellas es si las vacunas contra la neumonía sirven para combatir el coronavirus. La respuesta de los especialistas es, tajantemente no. Las vacunas contra la neumonía, como la neumocócica o la vacuna contra Haemophilus tipo B (Hib), no brindan protección contra el nuevo coronavirus. Sí pueden ayudar a disminuir los efectos de otros patógenos respiratorios, ante un eventual contagio por coronavirus, siendo en este sentido recomendables estas vacunas para prevenir la co-infección.
También el uso de los antibióticos ha surgido entre las posibles alternativas que la gente ha planteado como formas de medicación. Al respecto, el NO también es rotundo, ya que solo son activos contra las bacterias, y el COVID-19 al ser producido por un virus, no podría prevenirse o ser tratado con antibióticos.
Otra alerta de uso apresurado de medicamentos, surgió del uso de cloroquina e hidroxicloroquina -medicamento que previene la infección parasitaria de la malaria- en combinación con azitromicina (antibiótico); y que por sus efectos secundarios mortales aún es objeto de estudio preliminar en un grupo de prueba limitado. Esta última suerte corre también el Remdesivir, droga que está en etapa de estudio en centros médicos, a pesar que pareciera ser efectiva en la prevención de la replicación del virus.
Pero la premisa para todos estos medicamentos descritos es la misma. Con menos o más vinculación en la prevención o el tratamiento del COVID-19, ninguno de ellos es una alternativa concreta de medicina para hacer frente a esta pandemia. Y por esto el mensaje es claro, nadie debe tomar un medicamento cuya efectividad para contrarrestar una enfermedad no esté demostrada o aprobada. En esta línea la OMS ha lanzado un estudio global para recopilar información científica sólida que pueda validar medicamentos que originalmente han sido diseñados para otras enfermedades y que pudieran ser efectivos para tratar o prevenir COVID-19, con el mínimo riesgo para los pacientes.
Debemos considerar que el tema no termina solo en que el medicamento no cause el efecto deseado, sino que, finalmente puede acarrear otros problemas. Efectos secundarios en el organismo, toxicidad grave, e incluso, la muerte debido a eventuales interacciones con otras medicinas y otras enfermedades preexistentes.
Por lo tanto, hasta que estos u otros medicamentos demuestren en ensayos clínicos su efectividad contra el SARS-CoV-2 y hayan sido aprobados mundialmente, el cuidado individual es a que nadie debe automedicarse.
Gerardo González-Rocha, PhD y Andrés Opazo-Capurro, PhD, Laboratorio de Investigación en Agentes Antibacterianos de U. de Concepción, investigadores de Núcleo Milenio MICROB-R. www.microb-r.org.
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