En mayo se conmemora el Día Mundial de la Hipertensión, siendo un momento propicio para hablar sobre esta patología y los riesgos de su falta de detección y control.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la hipertensión arterial es uno de los principales factores de riesgo de muerte en el mundo, que afecta a más de 1200 millones de personas entre 30 y 79 años en todo el globo. Desafortunadamente, casi la mitad de ellas no saben que la padecen, impactando no sólo su calidad de vida, sino que también otros órganos como el corazón, los riñones e, incluso, los ojos al no ser controlada como corresponde.
La hipertensión es un trastorno cardiovascular que se desarrolla cuando hay una elevación continuada de la presión en las arterias. “En etapas tempranas no presenta síntomas, por eso puede ser de difícil detección, pero el paso del tiempo causa estragos en varios sistemas y puede derivar en graves enfermedades si no es tratada y controlada”, enfatiza Magdalena Galarce, médica de servicios clínicos y farmacéuticos de Farmacias Ahumada.
Una de las complicaciones más importantes es el daño que genera en las arterias. Cuando éstas se encuentran sanas, son flexibles, elásticas y fuertes, teniendo un revestimiento interior liso para que la sangre fluya libremente. No obstante, la hipertensión puede dañar este revestimiento, sobre todo cuando las grasas que consumimos se acumulan en ellas, haciéndolas menos elásticas e impidiendo que el flujo sanguíneo circule adecuadamente (esto lo conocemos como Aterosclerosis). Los aneurismas también son parte de estas complicaciones. Una presión alta constante por una arteria debilitada, puede agrandar una sección de la pared y formar una protuberancia que, de romperse, generaría una hemorragia interna que puede ser fatal, como lo indica la Clínica Mayo.
Por otra parte, el corazón es uno de los principales órganos afectados por esta patología cuando no está siendo tratada. Galarce destaca el agrandamiento del ventrículo izquierdo de este órgano, “ya que, al necesitar un sobresfuerzo para bombear sangre al organismo, la cavidad inferior izquierda se engrosa. Esto aumenta el riesgo de padecer un ataque cardíaco o la muerte súbita”. Por su parte, la distensión en el corazón -causada por la hipertensión- debilitaría el músculo cardiaco, trabajando de manera menos eficiente, “produciendo una insuficiencia cardiaca. Con el tiempo, un corazón dañado comienza a fallar causando la muerte”, destaca la profesional.
El cerebro es otro de los órganos que se ve impactado por esta patología. Los accidentes cerebrovasculares (ACV) es uno de los efectos, produciéndose cuando una parte del cerebro no recibe oxígeno y nutrientes suficientes debido a un estrechamiento, obstrucción o rotura en los vasos sanguíneos de éste. “Asimismo, la hipertensión puede hacer que se formen coágulos sanguíneos en las arterias que van al cerebro, bloqueando el flujo y produciendo un ACV o un accidente isquémico transitorio”, señala la especialista.
Mucho más que el corazón
No obstante, esta afección también provoca daños en otros órganos como los riñones. Éstos son los encargados de filtrar el exceso de líquido y desechos de la sangre, necesitando de arterias sanas para cumplir con el objetivo. De acuerdo a la profesional, la presión arterial alta es una de las causas más comunes de la insuficiencia renal, “debiéndose a que los vasos sanguíneos dañados impiden que los riñones filtren de manera eficaz, pudiéndose acumular líquidos y desechos de manera peligrosa. De no tratarse, el paciente puede terminar requiriendo diálisis o un trasplante, en el peor de los casos”. La insuficiencia renal también puede darse por cicatrices en el riñón o glomeruloesclerosis. Éstas aparecen en los pequeños vasos sanguíneos del órgano, haciéndolo incapaz de filtrar eficazmente los desechos de la sangre.
Otra de las consecuencias poco conocidas es el daño que la presión arterial alta puede generar en los ojos. Estos pacientes suelen desarrollar enfermedades visuales de forma gradual, por el daño en los vasos sanguíneos de la retina (retinopatía), la acumulación de líquido debajo de la retina (coroidopatía) o daños a los nervios (neuropatía óptica). En la mayoría de los casos, pueden ocasionar sangrado en el ojo, visión borrosa o distorsionada hasta perder la visión.
La Clínica Mayo nos indica que la disfunción sexual también podría deberse a tener una presión arterial alta sin tratamiento. Hombres mayores de 50 años y con esta patología serían más propensos a sufrir de una disfunción eréctil ya que el flujo sanguíneo limitado producido por ésta impediría que la sangre fluya de forma normal hacia el pene. Galarce también explica que las mujeres pueden verse afectadas “ya que el flujo sanguíneo reducido a la vagina podría disminuir el deseo sexual y provocar sequedad vaginal, entre otros”.
De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Salud, casi el 30% de la población chilena mayor de 15 años tendría sospecha de sufrir de hipertensión arterial. No obstante, para junio de 2021 sólo el 23% de los pacientes estaba adecuadamente controlado, según el Informe de impacto de la pandemia Covid-19 en las enfermedades no transmisibles del Ministerio de Salud. Es más, la carga que impone esta enfermedad a los sistemas sanitarios es alta cuando no está controlada. Hace más de una década, Estados Unidos atribuía más de 372 millones de dólares en costos anuales directos por un control deficiente de la patología (representando cerca del 10% de los gastos totales en atención de salud en el mundo), mientras que para 2015 Chile estimaba un costo de 28 millones de la misma divisa.
“En este sentido, las revisiones médicas regulares y tomas de presión periódicas son fundamentales para detectar de manera oportuna cambios en la presión arterial. Si esta enfermedad es detectada, la importancia del control, adherencia al tratamiento farmacéutico y el cambio de hábitos nocivos son claves para que los pacientes mantengan una buena calidad de vida y puedan prevenir complicaciones”, finaliza Galarce.
Equipo Prensa
Portal Prensa Salud