Mauricio Bonilla Sanchez
El envejecimiento poblacional constituye uno de los mayores desafíos demográficos del siglo XXI. Proyecciones demográficas indican que para 2060, un tercio de la población europea superará los 60 años, tendencia que se replicará en otras regiones del mundo. Este fenómeno, asociado a un incremento en la prevalencia de enfermedades crónicas y la complejidad de los perfiles de salud, impone una creciente demanda sobre los sistemas sanitarios. Ante este escenario, la implementación de tecnologías médicas remotas emerge como una estrategia prometedora para optimizar la atención a las personas mayores, favoreciendo un envejecimiento activo y saludable. Más allá de sus aplicaciones en el ámbito clínico, estas tecnologías ofrecen un potencial significativo para reducir la brecha digital y fomentar la interacción social, contribuyendo así a mejorar la calidad de vida de las personas mayores y sus cuidadores.
La telemedicina, entendida como la prestación de servicios de salud a distancia mediante el uso de tecnologías de la información y la comunicación, ofrece y se convierte en una verdadera estrategia para para mejorar la atención a las personas mayores y además según algunos estudios, puede considerarse una puerta de entrada para la adopción de otras tecnología, esto en el caso de la adopción completa por las personas mayores.
Algunos de los beneficios de la telemedicina, que reseña la literatura y que hoy cuenta con evidencia son:
- Mejorar el acceso a la atención: Especialmente en zonas rurales o remotas, donde el acceso a servicios de salud puede ser limitado.
- Incrementar la adherencia al tratamiento: Facilitar el seguimiento de tratamientos crónicos y la comunicación con los profesionales de la salud.
- Mejorar la calidad de vida: Permitir a las personas mayores mantenerse activas y autónomas en sus hogares.
- Reducir costos: Optimizar el uso de recursos sanitarios y evitar hospitalizaciones innecesarias.
Un estudio a gran escala llevado a cabo en China (1), con una muestra representativa de 661 adultos mayores usuarios de tecnología sanitaria, ha revelado la relevancia de la confianza como factor determinante en la adopción de servicios de telemedicina. La confianza en la seguridad de las herramientas tecnológicas y en la competencia profesional de los prestadores de servicios sanitarios se erige como un elemento esencial para superar las barreras psicológicas y sociales que pueden obstaculizar la adopción de estas soluciones innovadoras.
La literatura científica existente corrobora esta afirmación, señalando que la confianza actúa como un predictor robusto del uso de servicios digitales y reduce significativamente la incertidumbre entre los usuarios, especialmente en poblaciones vulnerables como los adultos mayores (3). En este sentido, una elevada confianza en la telemedicina facilitará su expansión más allá de los grupos demográficos iniciales, impulsando la adopción de otras herramientas digitales y contribuyendo a la reducción de la brecha digital entre las generaciones.
Una sólida confianza en la telemedicina es un catalizador para su adopción generalizada, trascendiendo los límites de los grupos demográficos iniciales. Esta confianza no solo impulsa el uso de servicios de telemedicina, sino que también fomenta la exploración de otras herramientas digitales, reduciendo así la brecha digital y empoderando a las personas mayores. A largo plazo, esta mayor confianza digital puede traducirse en una mejora significativa en la calidad de vida de los adultos mayores, permitiéndoles participar de manera más activa en la sociedad y tomar decisiones informadas sobre su salud. Sin embargo, a pesar de su potencial, aún persisten lagunas en la investigación sobre los efectos a largo plazo de la telemedicina en la reducción de la brecha digital. Se requieren estudios longitudinales que evalúen de manera rigurosa el impacto de la telemedicina en el desarrollo de habilidades digitales, la autonomía y el bienestar general de las personas mayores. Además, es fundamental investigar las barreras socioculturales y tecnológicas que pueden limitar la adopción de la telemedicina en ciertos grupos poblacionales.
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