Los problemas alimenticios en jóvenes son cada vez más comunes, especialmente ahora que en redes sociales existe contenido que los invita a verse extremadamente delgados por moda. Conoce aquí cómo actuar en caso de que tu hijo presente algún trastorno.
Los cánones de belleza siempre han sido un tema para las mujeres, principalmente porque en redes sociales aparecen jóvenes que cumplen con varios estándares y que muchas veces no son sanos. A raíz de esto, muchas adolescentes presentan trastornos de conducta alimentaria que podrían afectar gravemente su salud. Sobre esto Jade Ortiz, académica de Psicología de la UST Santiago, entrega algunas recomendaciones para evitar que esto suceda y también para saber cómo reaccionar ante un caso así.
La especialista en salud mental indica que hay que comprender algunas características de la adolescencia que propician riesgos conductuales que eventualmente pueden desencadenar un trastorno alimentario. En este sentido, Ortiz señala que la posibilidad de desarrollar algún tipo de trastorno de conducta alimentaria depende del cruce de diversas variables donde “la aceptación de los pares, los estereotipos sociales vigentes, la necesidad de reconocimiento, así como la alta valoración de la autoimagen como vehículo de validación social y de la autoestima se confabulan para hacer temblar las ideas de lo que es sano o no para la salud integral”.
La experta enfatizó en que los contenidos que ven en redes sociales los adolescentes podrían actuar como detonantes, al igual que el rol de las narrativas familiares sobre el peso, la apariencia física o de aquellos padres que se preocupan de sobre manera por el peso del menor. Según Ortiz, “lo que se cultiva en las primeras etapas de la vida operan como factores de riesgo o protectores en la adolescencia, y si a lo anterior se suman experiencias de bullying tenemos el caldo de cultivo perfecto para desarrollar un trastorno de conducta alimentaria”.
En caso de que la o el adolescente sea influenciado por pares o redes sociales, Jade Ortiz señala que dentro de las responsabilidades parentales se encuentra el estar atento a sus redes y al tipo de contenido que consumen, “lo que puede ser controversial, ya que están en una etapa en la que se les entrega mayor libertad de forma que desarrollen de a poco la capacidad de hacerse cargo de las consecuencias de sus acciones. Sin embargo, esto no significa despegarse completamente de las conversaciones que abran el debate sobre lo bueno o lo malo, sino que éstas deben abrir puntos de vistas alternativos y no imponerse como verdades únicas y absolutas”, dijo.
- ¿Qué señales de alerta hay que tener en consideración?
De acuerdo a Ortiz, las señales más clásicas están asociadas a cambios en la alimentación, “a fases de autodesprecio en relación con su cuerpo y peso, o de desprecio e invalidación de la imagen de otros, sin considerar otros aspectos de validación social y personal. También se debe considerar la obsesión por bajar de peso, dietas continuas, vómitos o atracones de comida chatarra luego de períodos de restricciones alimenticia y el exceso de ejercicio”.
Además, la académica añade que hay que preocuparse de otros aspectos conductuales, como revisar las colaciones que llevan al colegio, juegos con la comida en la mesa o levantarse al baño inmediatamente después de comer, entre otras.
Asimismo, destacó que se debe poner atención en los cambios de amistades y cuánto cambia nuestro hijo respecto de estas. “Siempre es bueno invitarlos y comer con ellos para compartir ideas, preguntar por lo que ven en sus redes. Las conversaciones que surgen desde allí ya dan signos de alerta, así como oportunidades para debatir sobre el tema”.
- ¿Cómo actuar frente a este problema?
La especialista señala que “lo primero es conversar y dar espacios de confianza para apoyar sus conflictos, y también revisar las propias narrativas y de la familia que puedan estar aportando al desarrollo de un trastorno”. En esa línea, Ortiz indica que no se debe luchar contra las influencias descalificándolas de forma autoritaria, sino que de manera reflexiva y en conjunto con el adolescente. “A veces, es necesario confrontar de forma directa, especialmente si ya vemos que el trastorno se está instalando. Y en esos casos se requiere evaluación experta en términos médicos, nutricionales y conductuales con psicólogos”, aclaró.
Jade Ortiz enfatizó en que “si a pesar de las conversaciones reflexivas el adolescente sigue con conductas de riesgo para su salud, se debe consultar lo más rápido posible, ya que lo más probable es que tenga una distorsión significativa y peligrosa sobre la imagen y la salud corporal, así como una enorme necesidad de ser aceptado y reconocido que es capaz de hacerse daño a sí mismo”.
Finalmente, comentó que “apoyar a un adolescente respecto de las influencias tiene varios caminos, pero si el problema está instalado hay que definirlo como tal: “un problema”, y nuestra intervención va a ser vista como “un problema”, muchas veces esto es inevitable. El tema es partir desde niños a generar espacios de confianza y de vinculación afectiva sana, de manera que al llegar a esta etapa se pueda acompañar los procesos de influencias sin vernos como amenazas”.
Equipo Prensa
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