Maricela Pino Directora Escuela de Obstetricia y Puericultura Universidad de Las Américas

El Virus del Papiloma Humano (VPH) es la infección de transmisión sexual más común en el mundo. Se estima que el 80 % de la población sexualmente activa ha estado expuesta a este virus en algún momento de su vida. En la mayoría de los casos, el sistema inmune logra eliminarlo sin consecuencias, pero en aproximadamente un 10 %, la infección persiste y puede generar lesiones precursoras de cáncer, dependiendo del tipo viral presente.

El VPH cuenta con más de 200 cepas, clasificadas en tipos de alto y bajo riesgo. Dada su relevancia en la salud pública, la vacuna contra este virus ha sido incorporada al Programa Nacional de Inmunizaciones (PNI), proporcionando protección contra cepas de alto y bajo riesgo oncogénico. Está dirigida a niñas y niños a partir de los nueve años y también se encuentra disponible en laboratorios privados para quienes no fueron inoculados en su infancia. Actualmente, se recomienda su administración en hombres y mujeres hasta los 45 años.

No obstante, la vacunación no es la única estrategia de prevención. La detección temprana es clave para evitar la progresión de las lesiones hacia el cáncer. En este sentido, el Papanicolaou (PAP) y el test de VPH, son herramientas fundamentales para la identificación temprana del cáncer cervicouterino, la cuarta causa de muerte en mujeres en nuestro país. Mientras el PAP permite detectar cambios celulares anormales en el cuello uterino, el test de VPH identifica la presencia del virus de alto riesgo oncogénico. La combinación de ambos exámenes mejora significativamente la capacidad de diagnóstico y prevención.

A pesar de la disponibilidad de estas estrategias, muchas mujeres no realizan controles preventivos. La falta de información, el miedo y las barreras en el acceso a la salud siguen siendo obstáculos, lo que resulta preocupante si se considera que este tipo de cáncer es una enfermedad tratable cuando se detecta a tiempo.

El VPH no distingue edad ni género y su impacto puede ser devastador si no se toman medidas protectoras. La educación en salud, la vacunación, el uso de métodos de barrera como el preservativo externo e interno y el tamizaje periódico, son esenciales para reducir el riesgo de cáncer cervicouterino. 

Las recomendaciones actuales establecen la toma de PAP entre los 25 y 64 años, además de la realización del test de VPH a partir de los 30. La detección temprana, junto con estrategias terapéuticas adecuadas, no solo disminuyen la progresión del cáncer invasor, sino que también mejoran la tasa de sobrevida y calidad de vida de las personas afectadas.

Google News Portal Red Salud
Síguenos en Google Noticias

Equipo Prensa
Portal Prensa Salud

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here