Tener un sistema digestivo en equilibrio ayuda a reforzar la inmunidad, favorece el bienestar emocional y brinda protección durante la temporada invernal. Especialistas subrayan la importancia de la microbiota intestinal y sugieren incorporar productos fermentados, como la kombucha, para cuidarla.
En esta época del año, cuando bajan las temperaturas y aumentan las enfermedades respiratorias, cobra relevancia un concepto que quizás no todos manejan, pero que influye directamente en nuestra salud: la microbiota intestinal. Se trata del conjunto de microorganismos -bacterias, virus, hongos y protozoos- que habitan principalmente en nuestro intestino grueso y que, lejos de ser perjudiciales, cumplen funciones esenciales para el organismo.
La ciencia ha demostrado que mantener en armonía estos microorganismos es clave para el buen funcionamiento del cuerpo. “La microbiota tiene una relación muy estrecha con el sistema inmune, endocrino y nervioso. Su estado impacta a tal nivel el funcionamiento del cuerpo que se ha vinculado con condiciones de salud que van desde el colon irritable, obesidad, síndrome metabólico, hasta enfermedades como Parkinson o Alzheimer”, explica Ismael Palacios, PhD en Neurociencias y director de la Escuela de Salud Microbiana.
Cuando esta comunidad microbiana está en desequilibrio, el sistema inmune se desregula favoreciendo estados como inflamación crónica. Por el contrario, si está regulada, actúa como un sistema de ‘entrenamiento’ permanente que fortalece las defensas del cuerpo. Esto es especialmente importante en invierno, donde el riesgo de infecciones aumenta y el cuerpo necesita estar mejor preparado.
Pero los beneficios no terminan ahí. La microbiota también está profundamente relacionada con la salud mental. Existe una conexión directa entre el intestino y el cerebro —conocida como eje cerebro-intestino-microbiota—, a través de la cual las bacterias intestinales liberan señales que impactan en nuestro sistema nervioso central. “Sabemos que las personas con ciertas patologías mentales presentan un microbioma distinto. Existen rutas neuronales, hormonales e inmunológicas que vinculan lo que ocurre en el intestino con nuestro estado anímico y nuestra conducta”, señala Palacios.
Por eso hoy los ‘probióticos’ naturales van tomando cada vez más relevancia. Éstos se encuentran naturalmente en alimentos fermentados como el yogurt, el chucrut o el kimchi. “Los fermentados permiten incorporar bacterias vivas y activas que ayudan a mantener el equilibrio microbiano del intestino. Son una intervención segura, efectiva y muy recomendada en contextos inflamatorios. Idealmente, debiéramos consumir fermentados al menos dos veces al día, pero siempre es importante partir de a poco para ir evaluando como el organismo los va procesando”, recomienda el investigador.
Aliada natural
Una opción práctica y cada vez más popular es la kombucha, una bebida natural fermentada, que constituye una fuente natural de compuestos beneficiosos como ácidos orgánicos, enzimas y probióticos. En Chile, una de las pioneras en este segmento ha sido Kombuchacha, que desde su origen apostó por un producto vivo, sin pasteurizar, y con gasificación natural, resultado directo del proceso fermentativo.
“Kombuchacha es una bebida 100% viva. Su gasificación proviene del trabajo de las bacterias, lo que asegura que el proceso probiótico realmente ocurrió. Además, usamos ingredientes orgánicos y controlamos los niveles de azúcar para que sea una opción saludable y sabrosa”, cuenta María Prieto, fundadora y CEO de la marca, que hoy está presente en miles de puntos de venta en todo Chile con 8 sabores incluidas dos variedades energéticas en base a Maqui y Mate.
Según explica Ismael Palacios, al tratarse de un alimento fermentado bebible, la kombucha es una excelente forma de sumar probióticos a la dieta diaria. “No se trata de reemplazar todos los líquidos por kombucha, pero sí de integrarla como parte de una rutina saludable. Un vaso al día puede marcar una diferencia positiva en la salud intestinal y, por extensión, en el bienestar general”.
Eso sí, al elegir una kombucha, es importante fijarse en que no esté pasteurizada, que la gasificación sea natural -no añadida artificialmente- y que el contenido de azúcar sea bajo. “Esa gasificación natural indica que hubo una fermentación real y que el producto contiene compuestos activos que pueden ser beneficiosos”, agrega Prieto. En definitiva, cuidar la salud intestinal no es solo un tema de digestión. Es una forma concreta y respaldada por la ciencia de fortalecer nuestras defensas, mejorar nuestra salud mental y potenciar nuestra energía. Y el invierno, con sus desafíos, es el momento perfecto para comenzar.