Ekaterina Podnebesnova, Managing Director Argentina, Chile, Uruguay en Siemens Healthineers
Envejecer es un logro colectivo de la humanidad. Gracias a los avances de la medicina, la ciencia y la calidad de vida, hoy tenemos la posibilidad de acompañar a nuestros padres y abuelos más años que nunca. En América Latina, la expectativa de vida comenzó a aumentar significativamente a partir de la segunda mitad del siglo XX, con Chile posicionándose como el segundo país con mayor expectativa en la región, con 81,36 años, según datos de World Population Review, basados en estadísticas del Banco Mundial, Naciones Unidas.
Sin embargo, ese mismo logro es uno de los mayores desafíos sanitarios del siglo XXI y plantea un desafío ineludible: ¿estamos incluyendo a nuestros adultos mayores de forma digna y equitativa en el sistema de salud? En América Latina, y especialmente en países como Chile, el número de personas mayores de 65 años crece rápidamente, presionando los sistemas de salud tradicionales.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, para el año 2050, aproximadamente una cuarta parte de la población regional tendrá 60 años o más. Esta tendencia demográfica exige repensar la atención médica desde una mirada más humana y apoyada por la tecnología.
La salud de los adultos mayores no se limita a tratar enfermedades crónicas o múltiples diagnósticos; implica entender que cada paciente es una historia, un contexto y una red familiar.
Aquí es donde la tecnología médica juega un rol fundamental. La innovación no puede ser un lujo reservado para los jóvenes, debe ser una herramienta democratizadora. Equipos de diagnóstico por imagen menos invasivos y más rápidos, inteligencia artificial para apoyar la detección temprana de patologías y sistemas de monitoreo remoto son solo algunos ejemplos de cómo la tecnología puede mejorar la experiencia de los adultos mayores y optimizar los tiempos de atención.
Además, debemos derribar barreras culturales que muchas veces invisibilizan a nuestros mayores o los relegan a un rol pasivo en su propio cuidado. La alfabetización digital y la capacitación de profesionales de la salud en empatía y comunicación efectiva son pasos indispensables. Un adulto mayor que entiende su tratamiento, se siente escuchado y ve que la tecnología está de su lado, es un paciente más empoderado.
La inclusión de los adultos mayores no es solo un imperativo ético, sino una oportunidad para transformar la salud en un espacio verdaderamente equitativo. Cuidar a quienes nos cuidaron es, sin duda, la mejor forma de honrar el progreso que hemos alcanzado como sociedad. La tecnología, cuando se orienta hacia el bienestar y se implementa con una mirada inclusiva, puede ser la mayor aliada de una vejez digna y saludable.