Dra. Carla Guzmán, nutricionista y académica de la carrera de nutrición y dietética Universidad San Sebastián USS
Dra. Carla Guzmán, nutricionista y académica de la carrera de nutrición y dietética Universidad San Sebastián USS

La obesidad es definida como una enfermedad compleja en la que la grasa corporal excesiva perjudica la salud, aumenta el riesgo de complicaciones médicas a largo plazo y reduce la esperanza de vida. Actualmente es catalogada como un grave problema de salud a nivel mundial, ya que ha alcanzado proporciones epidémicas en las últimas dos décadas. 

La obesidad se consideraba, hasta hace algunos años, característica de países con ingresos socioeconómicos altos, sin embargo, hoy afecta de manera transversal a toda la población. Según datos de la Organización Mundial de la Salud 1400 millones de adultos presentan sobrepeso, de los cuales 500 millones padecen obesidad, con costo económico global estimado en 3 billones de dólares para el 2030. 

El incremento acelerado en las tasas de exceso de peso se atribuye, principalmente, a factores de carácter ambiental, especialmente al consumo de productos con alta densidad energética y bajo contenido de compuestos bioactivos. Esta situación favorece el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, dislipidemia y síndrome metabólico. Dichas patologías se relacionan con procesos de estrés oxidativo, caracterizados por un exceso de moléculas oxidantes y una disminución de los mecanismos de defensa antioxidante.

Este desequilibrio se ve potenciado, entre otros factores, por la ingesta excesiva de productos ultraprocesados, ricos en sodio, carbohidratos simples y aditivos, y pobres en fibra, lo que, al mantenerse de forma crónica, contribuye a un mayor deterioro orgánico. En este contexto, se ha establecido el beneficio del consumo de nutrientes específicos presentes en alimentos de origen vegetal. 

Diversas investigaciones han descrito que dietas ricas en fibra, vitaminas y antioxidante podrían asociarse de forma inversa con marcadores de inflamación, intolerancia a la glucosa, presión arterial elevada y alteraciones del perfil lipídico. Además, dieta rica en compuestos bioactivos se ha asociado con mejor salud cognitiva y memoria. Estos hallazgos respaldan el potencial nutracéutico de ciertos compuestos naturales que pueden incorporarse mediante la alimentación. 

En particular, los polifenoles, pertenecientes al grupo de los antioxidantes, han adquirido una notable relevancia en los últimos años debido a sus posibles efectos protectores sobre la salud, entre los que destacan los berries, tales como el calafate, maqui, arándanos, frambuesas, moras, murta, entre otros. 

En términos de patrones dietéticos las recomendaciones se orientan en la incorporación de compuestos bioactivos y micronutrientes como las vitaminas A, C y E, así como selenio, zinc, quercetina, curcumina y resveratrol. Estos nutrientes pueden obtenerse a través del consumo de alimentos como cereales integrales, leguminosas, frutos secos, aceite de oliva, frutos rojos, ajo, jengibre y té verde. 

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