Paula Molina  

Químico farmacéutico de Farmacias Ahumada.  

En su último reporte, la Asociación Mundial de Medicina del Sueño señala que los trastornos del sueño amenazan la salud y calidad de vida de más del 45% de la población a nivel global. En Chile, la última encuesta Nacional de Salud (ENS) determinaba que seis de cada 10 chilenos reportaban sufrir de insomnio, lo que debe llamar la atención no solamente por sus causas, sino por cómo los chilenos estamos haciéndonos cargo de este tema.

Ya en 2017 los chilenos habían gastado más de dos mil millones de pesos en productos para dormir (según la misma ENS) y la venta de productos y hierbas para inducir el sueño había crecido en más de un 36% en los últimos 5 años, de acuerdo a un estudio realizado por Euromonitor. Todo esto aumentó exponencialmente durante la pandemia, manteniéndose las malas prácticas de adquirir productos o aceptar recomendaciones de amigos o familiares, sin recurrir a un especialista que pueda diagnosticar y aplicar un tratamiento adecuado para cada afección.

Con estos actos, también corremos el riesgo de provocar un sinnúmero de consecuencias negativas para nuestra salud como, por ejemplo, que se produzca una interacción entre medicamentos, especialmente relevante para los enfermos crónicos quienes consumen -por lo menos- uno de manera permanente, pudiendo disminuir la eficacia de su tratamiento farmacológico para la patología de base. 

Asimismo, existen medicamentos que tienen el potencial de interrumpir el sueño, dentro de sus efectos adversos, pero que pueden ser fundamentales para tratar otras dolencias. En estos casos, es clave la consulta con un profesional de la salud, ya que puede recomendar cambios en el horario de la toma del medicamento o realizar ajustes en las dosis a utilizar. 

En este sentido, debemos aprender sobre la higiene del sueño y cómo llevarla a cabo. Establecer un horario para ir a dormir y levantarse (lo que ayuda a regular el sueño), evitar tomar siestas, controlar el estrés y comenzar a practicar alguna actividad física serán primordiales para combatir el insomnio u otros trastornos. Tampoco podemos olvidar seguir una alimentación saludable -evitando el alcohol, estimulantes como el café, el cigarro y azúcares refinadas después de las 16 horas, si se quiere conciliar el sueño desde las 22 horas-, una buena hidratación y dormir las horas suficientes en un ambiente silencioso y oscuro.

El diagnóstico y control del profesional médico, junto con el uso racional y responsable de los medicamentos, permitirá optimizar los resultados farmacológicos, disminuir los efectos adversos y minimizar los riesgos en pacientes más vulnerables, logrando el efecto terapéutico esperado. Un sueño reparador.

 

 

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