- Cada año en junio se conmemora el Día Mundial del Superviviente de Cáncer, una fecha para recordar una tradición que está cada vez más presente en centros de salud del mundo: el rito de tocar la campana al finalizar el tratamiento oncológico. Un hito que se ha transformado en un símbolo cargado de significado emocional durante el proceso de tratamiento y que marca el inicio de una nueva etapa.
Tocar la campana como tradición se ha convertido en un gesto simbólico para quienes concluyen su tratamiento oncológico, representando el cierre de una etapa y el inicio de un nuevo ciclo. Esta tradición se originó en 1996, cuando el almirante estadounidense Irve Lemoyne donó la campana de su barco al MD Anderson Cancer Center en Houston, como muestra de gratitud tras superar un cáncer.
Desde entonces, en Chile, distintos centros han adoptado esta práctica. En Clínica IRAM, por ejemplo, la campana fue instalada en 2019 gracias a una donación realizada a través de la organización Project Bell. “Toco esta campana tres veces y confirmo lo que mi ser exclama: mi tratamiento ha terminado, me siento afortunado de seguir mi camino y continuar mi recorrido”, dice la inscripción que acompaña a la campana de bronce instalada en un lugar visible al interior de ese centro de salud.
Un hito para los pacientes
María Loreto Riquelme es una de las más de 2.500 personas que, solo entre enero y abril de este año, han sido dadas de alta en Clínica IRAM. Diagnosticada con cáncer de mama por segunda vez en enero, María Loreto culminó su tratamiento en mayo. “Tocar la campana me dio el alivio de saber que ya terminó un proceso. Fue un hito, un símbolo de que puedo seguir adelante”, cuenta emocionada, y además, comparte un video donde registró este especial momento.
La experiencia de pacientes como María Loreto ha sido respaldada por evidencia científica. En mayo de 2024, el doctor Sebastián Solé, Director Médico de Clínica IRAM, participó en una publicación del International Journal of Radiation Oncology, Biology and Physics que examinó la percepción de los pacientes respecto de este rito. El estudio, basado en una encuesta a 236 pacientes, reveló que el 93,6% calificó la experiencia como “positiva” o “muy positiva”, demostrando su valor terapéutico y su impacto en la salud mental.
Una práctica que cruza fronteras
Lo que comenzó como una iniciativa individual se ha convertido en una tradición global. En Estados Unidos, más de 60 hospitales han incorporado la campana como parte del cierre del tratamiento oncológico. Además, la tradición se ha expandido a otros países:
En España, el programa “Campanas por la Salud” ha instalado campanas en múltiples hospitales, de la mano de la organización Músicos por la Salud.
En México, centros como el Centro Oncológico de Tamaulipas también han adoptado esta práctica.
En Chile, además de la Clínica IRAM, otros recintos en Viña del Mar, Concepción y Punta Arenas han incorporado esta tradición, confirmando que tocar la campana, además de un gesto simbólico, es un mensaje de esperanza y optimismo para cada paciente oncológico.