El frío puede hacer más que enrojecer la piel, puede dañarla profundamente. Conoce qué vitaminas y minerales ayudan a protegerla, cómo obtenerlos y por qué una alimentación balanceada debe ser tu mejor aliado en estos meses.

Durante el invierno, no solo bajan las temperaturas; también disminuye la humedad ambiental, aumentan los cambios bruscos entre espacios calefaccionados y exteriores gélidos, y se vuelve más común ducharse con agua muy caliente. Todo eso (y más) afecta la salud de la piel. 

El frío extremo reduce la circulación sanguínea hacia la piel, lo que disminuye el suministro de oxígeno y nutrientes vitales para su hidratación y regeneración. Además, estos cambios de temperatura pueden afectar la barrera cutánea, dejándola más vulnerable a la deshidratación y a la pérdida de agua transepidérmica.

Sequedad, enrojecimiento, picazón o descamación son síntomas que muchas personas comienzan a notar desde junio en adelante, cuando el frío finalmente llega para quedarse. Según los especialistas, gran parte de las consultas dermatológicas durante julio y agosto están relacionadas con alteraciones cutáneas vinculadas al clima invernal. Frente a este panorama, la combinación entre productos cosméticos y nutrición son grandes aliados. 

“La piel es el órgano más extenso del cuerpo y también uno de los más expuestos. En invierno, sufre especialmente por el descenso de humedad y por el impacto del viento frío”, explica Paula Molina, químico farmacéutico de Farmacias Ahumada. “Por eso, además del cuidado externo, es fundamental reforzar la piel, a través de una alimentación rica en vitaminas, antioxidantes y minerales que favorezcan la regeneración celular, la hidratación y la barrera cutánea, además de productos específicos para estos meses de frío”.

Nutrientes que abrigan (y protegen) desde adentro

Afortunadamente, nuestra piel cuenta con aliados naturales que podemos encontrar en los alimentos que consumimos. Molina explica que “una dieta rica en vitaminas y minerales es fundamental para mantener la piel hidratada y protegida durante los meses más fríos”. 

Uno de esos nutrientes clave es la vitamina C, conocida por su papel en el sistema inmune y porque también es fundamental para la piel, ya que estimula la producción de colágeno. Además, tiene propiedades antioxidantes que ayudan a protegerla de los daños provocados por el frío y el estrés ambiental. De hecho, un estudio realizado por la Sociedad Americana de Nutrición revela que el consumo adecuado de vitamina C – que va desde los 75 mg a 90 mg diarios en personas adultas- puede disminuir la aparición de arrugas y mejorar su elasticidad. Esta vitamina la podemos encontrar en alimentos como los cítricos, frutillas, mangos, los pimientos rojos y las espinacas, así como también en suplementos que puede indicar un médico. 

Otro antioxidante fundamental es la vitamina E, que ayuda a proteger las células de la piel de los efectos nocivos de los radicales libres. Además, contribuye a la reparación celular y la hidratación. Se encuentra en frutos secos como las almendras, semillas de girasol, paltas y aceites vegetales. Por otra parte, la vitamina A, que se obtiene a partir de alimentos como la zanahoria, el zapallo o el huevo, favorece la renovación celular y mantiene la piel elástica.

Y no menos importante es la vitamina D, aunque suele asociarse principalmente con la salud ósea. Esta vitamina no solo regula procesos inmunológicos, sino que también contribuye al buen estado de la piel, aunque en invierno la falta de exposición solar puede generar deficiencias de la misma.  A pesar de que se puede encontrar en alimentos como los pescados grasos y los lácteos fortificados, su suplementación debe evaluarse médicamente, ya que la cantidad recomendada varía según la edad, siendo 600 UI o 15 microgramos (mcg) la ideal para personas adultas, aumentando a 800 UI (20 mcg) cuando se supera los 70 años.

Asimismo, la biotina (vitamina B7) juega un papel crucial en la salud de la piel, el pelo y las uñas. Durante el invierno, su deficiencia puede llevar a la piel seca y escamosa. Las fuentes de biotina incluyen alimentos como los huevos, el pescado, las nueces y los plátanos.

Entre los minerales se destaca el selenio -por su efecto antiinflamatorio y regenerativo- y el zinc, importante para la renovación celular y la cicatrización de la piel. También puede ser útil para prevenir la aparición de acné, un problema que puede verse exacerbado por los cambios de temperatura, y se puede incorporar a la dieta a través de alimentos como las legumbres, los mariscos, la carne de vacuno y los cereales integrales.

¿Alimentación o suplementos?

“Lo ideal es obtener estos nutrientes desde una dieta equilibrada. Sin embargo, en algunos casos, puede ser recomendable el uso de suplementos vitamínicos especialmente en meses de invierno cuando el acceso a alimentos frescos puede ser limitado, pero siempre bajo indicación profesional”, advierte la farmacéutica. 

Además de una nutrición balanceada rica en frutas, verduras y grasas saludables, los especialistas sugieren mantener una buena hidratación, evitar duchas prolongadas con agua muy caliente, y utilizar productos de limpieza suave y humectación intensa, además del uso de protector solar, sin importar la época del año. 

El invierno no tiene por qué ser un enemigo de nuestra piel. Con la alimentación adecuada, la suplementación y los cuidados específicos, es posible mantener la piel saludable y protegida. Como enfatiza Molina, “la clave está en ser constante y proactivo con los cuidados, no solo cuando la piel ya presenta signos de daño, sino también como medida preventiva. Vale decir, durante todo el año”.

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